En las primeras horas de la mañana del viernes 4 de junio de 1830,  varios individuos cegados por la torpeza y el odio gratuito, desde la espesura de la selva de Berruecos (Colombia),  dispararon  sus traidoras armas para cortar la valiosa  vida del Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, quien presidía la caravana que retornaba a Quito después de participar en el Congreso de Bogotá.