La última canción que sonó aquella noche del jueves fue Plato de segunda mesa. Héctor Lavoe, más inmortal que nunca, ya había paseado su voz arrabalera por las mesas del bar con su inmenso tema Periódico de ayer. Y como el señor que ponía la música no quiso acolitar con Triste y vacía, todo el personal se largó a comer encebollado.