Siguiendo este consejo, ellos fueron y descubrieron al Niño con María –doble regalo– y, postrándose, lo adoraron, es decir lo reconocieron como Dios. Pero el regalo del rey Herodes no solo fue para los sabios que en aquel entonces llegaron de Oriente, sino para todos los que hoy leemos el Evangelio y seguimos su consejo: “Vayan y averigüen qué hay de ese Niño”.
Si logramos averiguarlo, habremos conseguido la vida eterna, pues como el mismo Jesús nos dijo más adelante: “La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, Padre, y al que tú has enviado”. Y no es difícil la averiguación, solo es cuestión de hacer el propósito de principio de año de leer con calma, pero íntegramente, los evangelios. No hay nada más importante en la vida que conocer bien a Jesucristo, pues solo así lo podremos amar.
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(Colaboración de Luz del Domingo, Especial para Diario EL UNIVERSO)