Con frecuencia se dice que Guayaquil tuvo más de una fundación por lo cual creo necesario hacer algunas observaciones tendentes a señalar que esto no es posible. Julio Estrada en su obra Guía histórica de Guayaquil dice: “La fundación, siendo un acto jurídico tan solemne y significativo, no se la podía repetir a voluntad. Fundada una ciudad, quedaba fundada para siempre, así desapareciese físicamente. No se la podía refundar. Como no se puede refundar hoy día una sociedad o ente jurídico cualquiera”.  Instituir más de una vez una ciudad en una misma jurisdicción  es igual que bautizar a una persona varias veces con el mismo nombre en distintas iglesias. Igual ocurre con San Francisco de Quito. Pues, un historiador de nota sostiene que esta también se fundó tres veces: la ciudad de Santiago de Quito, el 15 de agosto de 1534; trece días más tarde, el 28, la villa de San Francisco de Quito, y, el 6 de diciembre del mismo año, otra vez villa de San Francisco. Según él, los conquistadores fueron tan zonzos que fundaron Quito, primero como ciudad, inmediatamente la bajaron a la categoría de villa, para en 1541 pedir al rey le conceda el título de ciudad que habían desechado. Por eso, aunque ya parece el cuento del “gallo pelón”, y puedo caer en desgracia de los historiadores quiteños y otros costeños que dicen serlo, insisto en que la fundación realizada el 15 de agosto de 1534  corresponde a nuestra   Santiago. La cual, al igual que San Francisco, en virtud de la Real Cédula de 4 de mayo de 1534, se trasladó a otro espacio. El acta de fundación de Santiago de Quito (en Riobamba), de Amay, de la Culata, de la Nueva Castilla o Santiago de Guayaquile, que son lo mismo, se encuentra en Quito. Publicada por el Archivo Municipal capitalino, en el Libro Primero de Cabildos de 1534, tomo 1, p. 25 a 30. Esta hipótesis de Miguel Aspiazu Carbo, corroborada por los académicos  Dora León Borja y Adam Szaszdi y el más prolífico investigador de la historia guayaquileña, Julio Estrada Icaza, luego de 30 años de investigación, no solo tiene el respaldo de abundante documentación primaria, sino la argumentación de lógica histórica que no busca protagonismos ni antigüedad de una u otra ciudad de Costa o Sierra sino establecer la verdad. No aceptar esto, ni la solución del asunto por los académicos mencionados, parecería ser un berrinche nada constructivo. Siendo la última vez que trataré el tema, quiero hacer un comentario: así como en la época colonial se medicaba con la planta acuática zarzaparrilla a los afectados de sífilis, superado esto por la investigación médica es tenido por una aberración propia de la Edad Media. También, 30 años de investigaciones en documentos primarios realizadas por los académicos de la historia mencionados, superan la decisión que, sin el respaldo de una investigación profunda, por falta de documentos e investigadores, tomaron muy importantes personalidades, periodistas, cronistas, etcétera, de esta ciudad, cuya memoria continúa siendo muy respetable, pero que hoy resulta ser como la famosa cura medieval del mal francés. Pero, “opiniones” se puede tener, mas no persistir con necedad de ayer.
La fundación de una ciudad es un acto jurídico que determina la toma de posesión de un territorio. Sin embargo, podría aceptar que el nacimiento de Guayaquil responde a un proceso fundacional, iniciado el 15 de agosto de 1534 y culminado en 1547. Esto finalizaría un tema que resulta por de más ocioso. Lo que en realidad tiene importancia para nuestra bella historia es que se inicia en 1547 en la cumbre del cerro Santa Ana, para extenderse a la sabana aledaña en los 455 años siguientes. Tiempo y espacio en que los guayaquileños, pese a piratas, incendios, pestes, etcétera, se aferraron a la cuenca de su río Guayas. Vasta y rica red fluvial, médula del desarrollo de Guayaquil y su provincia, como centro económico que mantuvo a todo el país por el lapso de 150 años. En este lugar tan nuestro, a orillas del Guayas, la  ciudad moderna, escenario del 9 de Octubre de 1820, escribió la más gloriosa página al valor, que dio libertad al Ecuador. El 6 de marzo de 1845 se forjó la segunda independencia. En 1895, se inscribió como estrella y centro del ideario de la lucha liberal, propiciadora de la única modernización planteada al país hasta hoy, frustrada con la “hoguera bárbara” en las calles de Quito el 28 de enero de 1912. Los Próceres de Octubre eliminaron la fiesta patronal del 25 de julio, porque reprisaba y exaltaba el dominio colonial. Para glorificar la libertad, instauraron, como su verdadera efeméride la evocación de su independencia. Institucionalmente, y en lo personal, invito a la ciudadanía y prensa guayaquileñas a constituirse en permanentes vigías y evitar hacer el caldo gordo a los sectarios de 1963, que interesados en silenciar y borrar nuestra fecha magna de la memoria ciudadana, impusieron una que ningún significado tiene para nuestra tradición de libertad. Que se celebre el 25 de julio, con el carácter que se le quiera dar, no interesa, pero que su apoteosis no supere a la más alta “Gloria de la Nación”, el 9 de Octubre de 1820.