La situación en el Ecuador, de cara a las elecciones anticipadas, exhibe nuevamente escenarios de terror para nuestra gobernabilidad, pues las candidaturas y las ofertas, en general, se presentan de una manera tan irresponsable que da pavor que la crisis ética del país se precipite hacia un abismo del cual ya no podamos salir. Varios aspirantes a los puestos del Ejecutivo y del Legislativo son impresentables por lo que ya han mostrado ser: ignorantes, proclives a la corrupción e incapaces de pensar en el país, pues ven la elección como la oportunidad para adueñarse de los negocios del Estado y del manejo a su antojo de la justicia.

Incluso hay quien aspira al cargo de presidente de la República y ni siquiera puede pensar por sí misma ya que propone como eje destacado de su oferta que el principal ‘asesor’ de la Presidencia, en caso de ganarla, será ese expresidente que ahora es prófugo de la justicia y que, si hubiera una mínima legalidad institucionalizada en nuestro país, estaría detrás de las rejas. El baratillo de las ofertas arroja una cortina de humo sobre la racionalidad de los votantes, a vista y paciencia de todos, lo cual da cuenta de lo fallido que ha llegado a ser el Consejo Nacional Electoral, del que buena parte de la población desconfía.

Mirar algo de lejos nos permite comprender mejor justamente aquello que, sin distancia, se nos presenta de manera confusa, borrosa y sin solución. Por eso es importante reflexionar sobre lo que el escritor ecuatoriano Mario Campaña, residente en España, ha propuesto en el manifiesto “Elecciones 2023: llamado a los partidos políticos ecuatorianos” (loscronistas.net). No puedo asegurar que las propuestas de este manifiesto sean todas realizables y que sean el camino para salir del hoyo en que habitamos, pero son una contribución para que, como comunidad, nos preocupemos por modificar el presente de nuestro país.

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Mario Campaña es contundente: según él, vivimos en un “estado de guerra no declarada… que amenaza la existencia misma del país”. Allí están, para corroborar esta afirmación, la violencia impune como el sicariato y la que se ejerce sobre las mujeres. Tan preocupante como eso es “el comportamiento frecuentemente delictivo de los representantes políticos y de algunos altos funcionarios públicos”. Hemos llegado a tolerar que las prácticas delincuenciales sean parte de la política. Campaña ve que sí tenemos leyes para impedir esto, solo que nuestro país “carece de sentido moral y legal en su sistema político”.

Lo que demanda Campaña de los partidos políticos es “un compromiso explícito, formal, irrestricto e irrevocable con la legalidad del país”. Esto, que en otras sociedades es básico, en el Ecuador de hoy es una necesidad para no caer en la barbarie de la violencia y el robo. ¿Podrán nuestros partidos de hoy no aupar a acusados, encausados o condenados civil o penalmente, como pide Campaña? ¿Podremos, como ciudadanos, conseguir “que ningún partido irrespete, por acción u omisión al Estado de derecho, sino que, al contrario, exija la prevalencia de la ley, antes que la voluntad individual o grupal”? Así es, vivimos circunstancias trágicas. (O)