¿Para qué sirven las reuniones, a veces de varias jornadas, dedicadas a rememorar la vida y la obra de un artista? A diferencia de las reuniones políticas –desprestigiadas hoy en día porque entre políticos no hay ninguna intención de interesarse por la verdad–, el hecho de que se organicen conversaciones sobre la obra de un escritor habla bien de una comunidad. En Cuenca, en los últimos tres días, un conjunto de estudiantes, profesores y público interesado en la cultura ha estado participando de la Bienal de Narrativa Eliécer Cárdenas, en homenaje al escritor ecuatoriano nacido en 1950 y fallecido en 2021.

Para llevar a cabo estas jornadas, que han juntado a estudiosos de la obra de Cárdenas provenientes de todo el país, se juntaron los esfuerzos de la Universidad de Cuenca, la Prefectura del Azuay y el Colectivo Casa Tomada. Y es que Eliécer Cárdenas ha dejado un legado de más de veinte libros de cuentos y novelas desde su temprano libro Hoy al general, publicado en 1971, cuando tenía 21 años. Vinculado al ejercicio del periodismo y la difusión cultural, Cárdenas ha escrito cuentos, novelas, obras de teatro y crónicas periodísticas. En 1978 Polvo y ceniza obtuvo un premio nacional destinado a escritores menores de 30 años.

Justamente esta es la novela que puso a Cárdenas en la mira de más y más lectores, sobre todo porque, publicada en 1979, Polvo y ceniza profundizaba la modernidad de la narrativa ecuatoriana de entonces, ya patente en la obra de autores como Raúl Pérez Torres, Abdón Ubidia, Alicia Yánez Cossío, Jorge Dávila Vázquez, Jorge Velasco Mackenzie, entre otros. Estos escritores habían asimilado técnicas narrativas de los autores latinoamericanos y ponían en el centro de los intereses un conjunto variado de temas que abarcaban las leyendas urbanas, la vitalidad de los jóvenes, el ambiente de los barrios populares, la magia cotidiana.

Aunque Cárdenas ha escrito muchas más novelas, tal vez Polvo y ceniza esté destinada a perdurar, en primer lugar, porque se alimenta de una leyenda popular sobre la vida y las fechorías de Naún Briones, un bandido que asoló por varias décadas en el siglo XX el sur del país, con el añadido de que robaba a los ricos para beneficiar a los pobres, una especie de Robin Hood de nuestros lares. Especialmente en esta novela se nota la búsqueda de un lenguaje que permita transmitir la emoción de las acciones del bandido sin caer en estereotipos de alabanza o de condena sino, más bien, entendiendo al personaje sin juzgarlo.

Cárdenas ha escrito novelas con personajes históricos o que tienen que ver con la historia (Simón Bolívar, Eloy Alfaro, Federico González Suárez); ha novelado la decadencia de ambientes aristocráticos rurales de provincia; ha imaginado detectives atrapados por aquello que persiguen; ha retratado los esfuerzos de un lustrabotas por llegar a ser alguien; ha imaginado dramones novelescos en el París de la Primera Guerra Mundial con refugiados alfaristas; ha imaginado historias de fantasmas que escondían secretos familiares inconfesables. Es todo un universo narrativo que Eliécer Cárdenas apasionadamente construyó durante cincuenta años. (O)