Conocemos más del espacio exterior y lo que pasa en las estrellas que lo que ocurre bajo las olas del mar. Actualmente, alrededor del 95 % del ecosistema marino sigue inexplorado. Se hace increíble pensar que hoy en día, aun con la cantidad de cámaras, satélites y demás tecnología, existan animales nunca antes descubiertos. No me refiero a insectos crípticos y pequeños peces camuflados, estoy hablando de grandes cetáceos. Este grupo está compuesto por ballenas, cachalotes, delfines, orcas, marsopas y zífidos, entre otros. Animales marinos enormes, que, lo crean o no, continúan siendo un misterio para nosotros.

Los grandes mamíferos marinos han sido considerados ‘sagrados’ en muchas culturas ancestrales. Hay historias de espíritus protectores con forma de cetáceos representados a manera de tótems en la cultura Inuit (pueblos que habitan regiones árticas de América del Norte). En algunas culturas asiáticas los huesos se emplean en ritos y ceremonias. E incluso se los encuentra en varios mitos como el de Jonás que vivió dentro de un cachalote. Se dice que estos seres majestuosos e imponentes guardan el conocimiento de nuestra historia, como bibliotecas andantes. Sin duda, hay mucho simbolismo y misterio alrededor de estos animales.

Su comportamiento social tan complejo, su lenguaje, el cuidado maternal que presentan y las estrategias de cacería tan inteligentes hacen que nos sintamos atraídos a ellos e incluso identificados. Entre los cetáceos los comportamientos se transmiten de generación en generación, así como su lenguaje de cantos.

Dentro de este enigmático grupo están los zífidos: no son ni ballenas ni delfines, pero sí algo entremedio. Los zífidos son un grupo de más de 20 especies distintas (aún se están descubriendo), que habitan en las profundidades de los océanos y pasan menos del 10 % de su vida en la superficie. Muchos han sido identificados por varamientos, o por cráneos encontrados en alguna playa, sin embargo, nunca han sido vistos en su medio. Los zífidos realizan buceos muy profundos, de hasta miles de metros, aguantando la respiración por 3 horas o incluso más. Cuando necesitan tomar aire de nuevo, suben a la superficie y respiran por menos de 5 minutos antes de regresar al fondo del mar. Pueden llegar a medir hasta 13 metros de largo y al ser de naturaleza muy esquiva y tímida, estudiar a estos animales se vuelve imposible. Se cree que este comportamiento de uso de hábitat tan profundo surge por querer evitar ser depredados por orcas o tiburones que por lo general se alimentan en superficie. Para encontrar alimentos, los zífidos utilizan la ecolocación: ondas sonoras de baja frecuencia que rebotan en un objeto y así los cetáceos ubican sus presas, sobre todo en la oscuridad del fondo marino.

Hace poco salí en un barquito a ver qué sorpresas tenía el mar para mostrarnos y tuve la suerte de ver un zífido en superficie. El mar no nos deja olvidar que guarda grandes riquezas e historias por contar. Si nos enfocamos en lo que está allá fuera y descuidamos indagar en lo profundo, nos estaremos perdiendo de maravillosas sorpresas que podamos encontrar, aun en la vasta oscuridad del fondo marino. (O)