He podido evidenciar en carne propia que definitivamente en Ecuador la corrupción ha permeado a todas las instituciones del Estado, en días pasados por el ejercicio de mi profesión fui abordado por directivos de una cooperativa de transporte para que los asesore en una gestión en la Superintendencia de Economía Popular y Solidaria.

Un agitado 2024 tendrá el Consejo de Participación Ciudadana, que debe preparar elección de autoridades de catorce organismos del Estado

Mi sorpresa fue que me preguntaron si tenía “contactos” en dicha entidad para asegurar que la gestión que se iba a realizar fuera favorable para ellos. A lo que respondí que no creía que eso estuviera ocurriendo en esa entidad de control, pero ellos me citaron varios casos que les habían comentado y que habían sido solucionados a través de esos contactos, como una cooperativa de transporte que había sido declarada inactiva hace varios años por la causal de no haber presentado los estados financieros de alrededor de cuatro años y por arte de magia aparecía actualmente como activa; en otra cooperativa había sido registrada una directiva con documentos adulterados, a pesar de que uno de los socios había denunciado a la entidad de control las irregularidades en las elecciones registradas y los funcionarios omitieron dicha información y dieron paso al registro.

Eso me llevó a plantear la interrogante objeto de esta carta: ¿vale la pena ser honesto en este país?

Los hechos comentados no me llamaron la atención, ya que hace algún tiempo atrás a través de este medio denuncié que una cooperativa de transporte utilizando un documento adulterado de dicha superintendencia había realizado trámites ante la ATM y no hicieron nada, a pesar de conocer del ilícito.

Publicidad

Controles de documentos y trámites

Como les manifesté a los directivos que solicitaban mis servicios profesionales que yo no contaba con esos “contactos” ellos me agradecieron y me indicaron que buscarían a algún otro profesional que sí tenga esos “contactos”.

Eso me llevó a plantear la interrogante objeto de esta carta: ¿vale la pena ser honesto en este país? (O)

Luis Vizuete Santos, ingeniero comercial, Guayaquil