A veces somos ajenos al inicio de la incertidumbre que nos inquieta y en ocasiones nosotros mismos la provocamos.

¡Curiosa es la vida!, hacía notar en algunas de sus amenas conversaciones el recordado sacerdote Luis López Lescure, misionero católico francés, que realizó su actividad pastoral principalmente en Manglaralto, Boca de los Sapos, ahora El Triunfo, y en La Puntilla, Samborondón.

A veces nos parece que todo está bien y vivimos rutinariamente como si interpretáramos el argumento de una obra teatral en la que todo está preconcebido por el autor, hasta los detalles que llamarán la atención del público y lo conmoverán hasta las lágrimas o las risas, aunque también, alguna vez, pueda quedar estupefacto.

Y no solamente en el teatro, sino también, en general, en los otros géneros de la literatura, en unos más y en otros menos, quienes se introducen en las páginas de los libros y revistas son atraídos por los misterios o las historias que allí se trasmiten fidedignamente o se inventan, con las peculiaridades que los caracterizan haciéndolos atractivos.

Sí. Creo que las lecturas constituyen un camino donde podemos encontrarlas porque los autores nos presentan, enseñan y decoran situaciones que deben enfrentar sus personajes, que les provocan ansiedad, angustia y desesperación, como reza el bolero que tan bien interpretaba Nat King Cole.

He allí un camino ascendente de preocupación que no lleva a ningún puerto seguro o a un final feliz, a no ser que lógica o milagrosamente, según el autor, el escenario vaya siendo modificado hasta que propicie el final feliz que no solamente consuele sino que satisfaga y entusiasme a quien lo lee, hasta el punto de convertirlo en un promotor de próximas lecturas, entre sus familiares, contertulios y amigos.

Pero una cosa es ver los toros de lejos y otra de cerca.

Una cosa es que en una obra que se lee o que se observa en el teatro o el cine alguno de los personajes va introduciéndose en situaciones que lo inquietan y perturban hasta el desasosiego y otra es que, en la vida real, la que cada una de las personas vive día a día, hora tras hora, la incertidumbre no solamente que llega sino que se instala.

En esa dura y triste situación se han encontrado y todavía se encuentran muchísimas personas cuyos familiares, parientes o amigos han sido afectados por COVID-19, lo padecen y su pronóstico de curación está en duda, por la razón que fuera.

¿Cuál es la receta milagrosa que pueda aliviar y mejor extirpar la incertidumbre por la recuperación de la salud de las personas que nos preocupa?

¿Aquella que impide pensar y trabajar bien, porque la idea de su deterioro, su postración y posible defunción nos ronda, sí, ronda, porque parece que se aleja y a poco regresa, incluso con nuevas ideas incorporadas, más funestas todavía?

¿Cómo podemos lidiar mejor con la incertidumbre y derrotarla?

A mí me ayuda la fe. ¿Y a usted? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)