Luego de la trágica muerte de Alan García, el expresidente peruano perseguido por la justicia de su país que decidió suicidarse antes de ser detenido, se empezaron a recordar varios episodios de su vida política entre los cuales se menciona la ocasión en que trataron de detenerlo por órdenes directas de Alberto Fujimori un día de abril de 1992, fecha en la que Fujimori tomó control absoluto de las instituciones del Estado, entre ellas el Poder Judicial y el Ministerio Público. En esa ocasión Alan García protagonizó una huida peculiar considerada por muchos de sus seguidores como prueba de su carácter y temperamento.

Según se cuenta, en la mañana del domingo 5 de abril, García, quien se encontraba descansando en compañía de su familia, recibió una llamada telefónica que le advertía que un grupo militar había recibido instrucciones de detenerlo y posteriormente matarlo, ante lo cual el expresidente no le dio mucha importancia al mensaje recibido, ya que desconocía lo que estaba ocurriendo en el llamado día del Fujimorazo; habiendo transcurrido las horas en relativa calma a pesar de los rumores que iban y venían, recién en la noche Alan García tuvo la certeza de que una amenaza real se cernía sobre su seguridad personal, especialmente cuando pudo comprobar que al menos un centenar de soldados rodeaban la cuadra donde vivía. Poco después empezó a escuchar órdenes directas por medio de un altavoz indicándole que saliera con las manos en la nuca, naturalmente sin ofrecer ningún tipo de resistencia, sin embargo de lo cual García en lugar de acatar las disposiciones de los militares corrió a coger un par de armas que guardaba en su residencia.

Sea para provocar una gran alarma en el vecindario, sea para ahuyentar a los militares que intentaban trepar las paredes de su casa, el expresidente peruano comenzó a hacer disparos al aire, lo que provocó la respuesta militar que empezó también a disparar a la casa de García, quien dándose cuenta de cómo la situación se iba deteriorando, tomó la decisión de huir saltando desde un segundo piso a la casa de su vecino, luego de lo cual empezó a subir y bajar muros y llegar a un inmueble en construcción, en donde pasó cerca de cuarenta y ocho horas escondido dentro de un tanque de agua vacío, tal cual lo recordaba en su libro titulado El mundo de Maquiavelo, siendo después ayudado a escapar por amigos hasta llegar a la casa de un antiguo amigo. Más allá de cualquier exageración, la huida de Alan García hizo crecer en sus acérrimos seguidores la imagen de una fortaleza especial durante la adversidad.

En medio de la conmoción que ha causado su suicidio, nadie podía suponer la triste y dramática decisión que terminaría con su vida, quizás con el detalle que dio un periodista que lo entrevistó horas antes de su suicidio y que señaló que encontró a Alan García menos efusivo de lo que era habitualmente. Nunca antes había expresado García que si pasaba un hecho determinado se pegaría un tiro, como sí lo han insinuado otros que han proclamado impúdica y temerariamente que si alguien demuestra que han tomado veinte centavos, se pegarían un tiro. Unos tienen el valor y desquicio para tomarse la vida por sus propias manos, otros solo la mojigatería para así anunciarlo. (O)