Quienquiera que sea hoy el presidente electo, para quienes han defendido en estos años los principios republicanos y los derechos humanos, el camino es más empinado que una ascensión al Cotopaxi, porque para la tarea de desmontar un Estado concebido en función de la personalidad de un déspota, poca diferencia le hace tener o no la Presidencia de la República, porque hay que enfrentar a los otros poderes del Estado copados por el caudillismo sectario. El que a la cabeza del Gobierno esté un objeto y no el sujeto de este perverso sistema complica la labor, pero no la cambia sustancialmente. Este ha sido un intento definidamente totalitario para establecer un Estado que controle todas las instancias de la vida. En mientes siempre la aspiración a la perpetuidad de toda tiranía, los trescientos años de Montecristi y el Reich que duraría mil años de Hitler.

Uno de los campos en que la campaña ha de seguir es en las artes y el pensamiento, en la “cultura culta” como se dice ligeramente para diferenciar a estas disciplinas de la cultura en sentido amplio. Un poco tarde en la campaña electoral se lanzó un video a favor del candidato de la oposición, en el que expresaban su apoyo personalidades, todas provenientes de corrientes “progresistas”. Entre ellas algunos intelectuales y artistas de primera línea. La respuesta de la campaña correísta fueron dos videos plagados de figuras cuyas mayores realizaciones en estos diez años han sido loas y murales en exaltación de la dictadura. Les habían hecho repasar una coreografía pueril, alzo este dedito/lo hago aceptar... apenó ver entre ellos a Jesús Cobo, escultor bueno y honesto. Esto podría ser apenas una anécdota menor de unas elecciones para este momento ya decididas, si no expresara toda una concepción de la cultura entendida solamente como instrumento para la política del régimen, “para hacer la revolución” como dicen.

Es una constante de las tiranías totalitarias que desprecien a los que no alinean sus obras con las consignas. El resultado de estas imposiciones es un arte de una mediocridad espantosa y un “pensamiento” que es todo menos eso. Pasó así en la Unión Soviética, en la Alemania nazi y el socialismo del siglo XXI no ha sido la excepción. Esta ha sido una década perdida para todo, pero en nada se ha manifestado más estéril y menos ética que en la “cultura” con su estela de diez ministros encargados de ella. No se han producido obras de dimensiones, creaciones trascendentales, las excepciones corresponden a esfuerzos privadísimos, el arte oficial ha de definirse con una palabra: fracaso. En el video inconformista, el maestro Oswaldo Viteri dice que “sin libertad no hay arte”, las pruebas están a la vista. Entonces hoy sigue la campaña por un arte y un pensamiento libres, sin imposiciones ni eslóganes, incluso sin las trabas y miedos que llevamos en nuestros propios adentros. No importa quién sea el presidente, porque la lucha se da en el trabajo serio y riguroso de los creadores.(O)