Según sus allegados, el cosmólogo inglés Stephen Hawking suele comentar en broma –aunque, en realidad, parecería hablar bien en serio– que entre nosotros aún está pendiente la tarea de descubrir alguna prueba de vida inteligente en la Tierra. El contexto de esta afirmación es la búsqueda, en el gigantesco espacio sideral, de otras formas de vida que quieran comunicarse con los terrícolas. Por eso es muy inquietante la sentencia de Hawking porque está suponiendo que la necesidad de explorar la incierta condición humana es una tarea que no se ha de acabar incluso si levantamos la mirada hacia las estrellas.

¿Es la reciente elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de América un hecho que pone en evidencia la falta de inteligencia de los individuos humanos? Quién sabe. Lo cierto es que –a pesar de que así son las reglas del juego establecidas– en el sistema norteamericano lo menos puede ser más: Trump gana con menos votos reales que Hillary Clinton: el 47,5% es más que el 47,7% de los votos; en la aritmética electoral, 59’692.974 es más que 59’923.027. ¿Una prueba de la inteligencia del Homo sapiens? Por cierto, aquí lo ‘humano’ significa un animal que pertenece al género Homo.

Por mucho tiempo seguiremos tratando de hallar razones que expliquen lo sucedido en este año 2016: los triunfos del brexit, del No en el plebiscito por la paz colombiana, de Trump… Pero si en el análisis político no se incorporan interrogaciones sobre la misma estructura humana –esa que ha hecho del hombre el irresponsable destructor del suelo, del agua, del aire–, tal vez nunca obtendremos respuestas certeras. Porque ¿qué le lleva a una gente que creemos bienintencionada a escoger a alguien que cada vez que abrió la boca fue para decir estupideces? ¿Cómo es que preferimos justamente al perverso para que dirija el destino de un país?

Semanas antes de la elección, el gran novelista norteamericano Stephen King publicó un tuit: “Mi más reciente historia de terror: Había una vez un hombre llamado Donald Trump que quería ser presidente. Algunas personas querían que él ganara”. En este minicuento, si se lo ve bien, el horror está puesto no en el hombre candidato, sino en la gente que apoya a quien, con orgullo y desparpajo, se presenta como racista, xenófobo, machista, vulgar, arrogante, mentiroso... De King también es esta frase: “Los monstruos son reales, y los fantasmas también. Ambos viven en nuestro interior, y, algunas veces, ellos ganan”.

Es retorcido creer que lo mejor para Latinoamérica sea la victoria de Trump porque ella ayudará para que el socialismo del siglo XXI se consolide. ¿Otra prueba de nuestra inteligencia? ¿Es más importante el eslogan político que la paz? Paradójicamente, los humanos somos la principal amenaza de destrucción de la humanidad y el ecosistema de plantas y animales. Nuestra gran inteligencia nos ha capacitado para extinguir la vida en todo el globo. ¿Cómo afrontar entonces la necedad del mundo? ¿A lo sapiens? Por ahora nos toca pensar sobre los efectos que producirá en cada uno esta nueva presencia siniestra en la política del mundo. ¿Para qué será que ganó Trump? (O)