El cerro El Ávila (Waraira Repano), de 3.000 metros de roca, tierra y verdes árboles, la protege de cualquier maremoto o tsunami que pueda producirse en el cálido Mar Caribe.

Aunque alguna vez disfrutó de hermosos ríos y quebradas, hoy solo queda el Guaire, receptor de las aguas negras de la ciudad y de las falsas promesas y discursos del Gobierno.

Pero a pesar de la natural defensa contra inundaciones (y contra cualquier otra incursión del hombre o la naturaleza), el pasado 1 de septiembre Caracas, cual Atlántida moderna, se sumergió durante horas, aunque no bajo el agua, sino bajo banderas, cantos, bailes y, sobre todo, los deseos de libertad de los venezolanos.

La toma de Caracas, concentración convocada por la Mesa de la Unidad Democrática para solicitar al CNE que agilice los trámites para que el pueblo pueda expresar si quiere o no realizar un referendo revocatorio presidencial, sorprendió a todos los actores políticos opositores y de Gobierno.

En términos cuantitativos, la oposición logró sorprender en las calles con el amplio apoyo popular con el que cuenta, logrando superar las barreras que mantenían a la gente lejos de las marchas y concentraciones, ya fuese el miedo, la apatía o la desesperanza. La razón principal del éxito cuantitativo es que logró hacer una convocatoria claramente unitaria en la que las distintas organizaciones políticas pusieron en funcionamiento sus maquinarias, mostrando que la escasez de aceite solo afecta a la cocina y los autos de los venezolanos, y no sus engranajes. La segunda razón es que la convocatoria tuvo un objetivo claro, sencillo, legítimo, constitucional y electoral: solicitar la realización del referendo revocatorio presidencial. La masiva respuesta de la ciudadanía ratifica que el venezolano está comprometido con las actividades electorales, en cualquiera de sus formatos, y que está dispuesto a participar también en su organización. La oposición tiene un capital electoral que va más allá del voto.

En términos cualitativos, la toma de Caracas sorprendió por la gran diversidad de participantes en sentido social, geográfico y político.

Lo mismo marcharon los sectores populares que la clase media (en extinción), los jóvenes que las (valientes) abuelitas. Los llaneros, los andinos, los zulianos y los pueblos originarios de Amazonas. El chavismo también marchó por el referéndum, lo mismo que la oposición “tradicional”.

También sorprendió (especialmente al Gobierno) el fracaso de los intentos de empañar la manifestación por parte los habituales promotores gubernamentales de la violencia. Aunque en esta oportunidad se atrevieron a dar un paso más en el desarrollo de sus estrategias de persecución e intimidación al bloquear todos los accesos a Caracas y detener e incluso secuestrar a diputados de la Asamblea Nacional y líderes de la oposición.

Pero especialmente la toma de Caracas sorprendió por la gran determinación de los venezolanos a sumergirse en el océano de la libertad.

Finalmente, la oposición mostró sensatez al no exponer a los ciudadanos a los deseos de represión del Gobierno. Aunque también entendió que dispone del más poderoso recurso de poder. (O)