¿Por qué una persona que escribe y publica poesía o prosa viaja miles de kilómetros para llegar a Cuenca? ¿Cómo así jóvenes universitarios del país también han arribado a la capital azuaya para conversar con profesores venidos de las Américas? ¿Qué obtienen con eso? En el XII Encuentro sobre Literatura Ecuatoriana Alfonso Carrasco Vintimilla, organizado por la Universidad de Cuenca, se produce una auténtica forma de comunicación, pues la mayoría está interesada en escuchar lo que dice el otro. En este Encuentro la atención se centra en el efecto inusitado, conmovedor y transformador de la expresión literaria.

Fabio Morábito, de México, que ha escrito sobre unas madres que maduran en los árboles, o sobre un departamento que ha sido absurdamente dividido y en el que unos ocupantes se quedan sin baño, o sobre un corrector que enmienda el estilo de un autor ya muerto, dialoga con un público que halla en sus ficciones motivos para entender sus propios sueños embrollados. Julio Ramos, de Puerto Rico, en una clase llena para ser tan de mañana, en la que se comparten revelaciones inteligentes y sensibles, pregunta de qué sufre el poeta moderno, y conecta el tedio y el consumo de la droga para enlazar la poesía y la modernidad capitalista.

Enrique Fofanni, de Argentina, en un aula en la que nadie cabecea a pesar de que comienza a las dos de la tarde, explica con paciencia cómo leer un poema. Horas más tarde, un auditorio entero enmudece cuando él interpreta las resonancias del verso “tumbas cavadas en el agua”, de Juan Gelman, y aclara la conexión entre la justicia poética y el testimonio: los presentes han reconocido la grandeza del poeta y la miseria de las dictaduras. Celina Manzoni, de Argentina, confirma que la literatura ha quebrado límites que antes eran excluyentes, y genera comprensiones inéditas. De una charla a otra se van produciendo sorprendentes asociaciones y sentidos.

Jackelin Verdugo, de Ecuador, expone los usos de la casa elaborados por varios poetas como metáforas para ver los modos en que la poesía produce comunidad. Arturo Gutiérrez Plaza, de Venezuela, registra las tensiones campo/ciudad de la lírica del siglo XIX y afirma que los poetas nos enseñaron también a vivir en las urbes. Juan Pablo Castro Rodas, de Ecuador, al indagar la corporalidad del personaje femenino en la narrativa, sostiene que lo inter y lo trans problematizan la noción de lo femenino. Solange Rodríguez, de Ecuador, examina las catástrofes apocalípticas destructoras de la ciudad de Quito que han inventado los escritores ecuatorianos.

Muy merecido es el homenaje de gratitud y admiración que el XII Encuentro le hace a Hernán Rodríguez Castelo, un gran erudito de las letras ecuatorianas que ha construido un saber monumental que orienta y orientará por muchísimos años nuestros estudios literarios, pues su obra es indispensable para reflexionar sobre toda nuestra literatura. En estas reuniones queda claro que, al leer, no solo se consumen textos, sino que surgen preocupaciones sobre nosotros y nuestro presente. En este Encuentro se comparte la experiencia singular de la palabra literaria que nos muestra tal como somos: con esperanzas y frustraciones. Por eso importan poco las distancias del viaje.