Guatemala, Honduras y El Salvador se conocen como el triángulo de la muerte. Cinco mil ochocientos veintiocho asesinatos se han cometido en Guatemala desde el 2000 hasta el 2010. Todas estas muertes han sido de mujeres, todas víctimas de violencia doméstica. Apenas en un 2% de los casos se ha hecho justicia.
Con estos espeluznantes datos empieza el documental Justice for my Sister, de la norteamericana, de padre colombiano, Kimberly Bautista. Una familia pobre, paupérrima, dos generaciones de madres solteras: la madre, tres hijas, una de ellas ha sido asesinada y 8 niños de entre 2 y 10 años. En la localidad de Escuintla (un departamento de Guatemala, situado en el centro-sur, y la tercera ciudad más grande e importante del país, con una población aproximada de 162.000 habitantes), en un diminuto espacio oscuro, con paredes improvisadas de madera y zinc, en medio de una pobreza que sobrecoge, viven estas once personas, con el dolor y el recuerdo de la que ya no está.
Rebeca, hermana de la muerta, y quien ahora vela por sus tres sobrinos huérfanos, recorre comisarías, juzgados, ONG y demás instancias a fin de lograr que se condene al asesino, lo único que persigue es una sentencia justa.
La violencia es el pan de cada día, las mujeres viven atemorizadas y el silencio es su cómplice, pero gracias a la tenacidad de esta mujer los trámites continuarán y a pesar de todas las dificultades, de la indiferencia burocrática y de la falta de recursos logrará su objetivo.
Al final del documental aparecen los créditos, los merecidos premios que ha obtenido y una impactante nota, su realizadora, Kimberly Bautista, fue violada y sus equipos fueron robados.
Actualmente ella tiene 29 años y la valentía suficiente para mostrar al mundo su trabajo, contar su historia y así denunciar la terrible miseria y soledad en la que viven las mujeres que son víctimas de la violencia. Un trabajo impecable realizado por una persona cuya sensibilidad sale por sus poros, está en su voz, en su dulzura, y en su aparente fragilidad. Bajo el mismo nombre del documental, Kimberly ha organizado, paralelamente, un colectivo de personas que luchan contra la violencia.
Intentando vencer un nudo de lágrimas que se atora en mi garganta empiezo la entrevista preguntándole su edad, para luego continuar:
¿Qué fue lo que te llevó a hacer este documental?
Empezó porque yo me inspire en otro documental, Señorita extraviada, hecho por una cineasta norteamericana, chicana y quise conocer más sobre el tema porque yo en realidad siempre he estado muy involucrada en la comunidad, me ha llamado mucho la atención la justicia social. Creo que esto es el resultado de una mezcla, por un lado el haber sido muy rebelde de joven y la influencia de mi mamá que siempre ha sido una persona muy servicial.
¿Por qué tu interés en la violencia?
Cuando fui conociendo más el signo de la violencia empecé a reconocer que son patrones que no están tan lejanos. Dentro de las familias hay casos. Yo fui reconociendo esos patrones y me sentí muy identificada, parte del hecho de por qué decidí compartir mi propia historia de la violencia que sufrí en Guatemala es porque creo que la violencia hacia la mujer está tan marcada por el silencio, porque como mujeres nos sentimos culpables porque la sociedad nos dice que somos culpables, por eso internalizamos la tendencia a sentirnos culpables y por el estigma, por el tabú nos quedamos calladas.
Por eso cuando una mujer cuenta su historia luego de haber sobrevivido a la violencia, inspira a más personas a identificarse y a solidarizarse. Creo que el hecho de haber contado mi historia hizo que muchas personas en Los Ángeles, que también son sobrevivientes, terminaran siendo miembros clave del colectivo de esa ciudad. Ha sido también una forma de sanar.
¿Cuánto tiempo estuviste en Guatemala? ¿Cuánto duró la realización de este documental?
La primera estadía, y tal vez la más larga, fue de casi tres meses, y como seguía estudiando mi maestría, entonces iba y venía. El documental lo comencé en el 2008 y terminé tres años después con la filmación en el día de los muertos.
¿Cuál es tu formación?
Yo saqué mi maestría en Documentación Social en la Universidad de California, en Santa Cruz.
¿En todo este recorrido has visto hombres víctimas de violencia?
Sí, los he visto, son muy pocos los que cuentan sus historias y generalmente han sido casos de relaciones en las que ambos son agresores, ambos son víctimas y victimarios.
¿Crees que la pobreza y la falta de educación son una condición para la violencia, o esta se da en general?
La violencia se da a todo nivel, eso en el documental lo podemos ver a través del juez, que era sospechoso de haber dado muerte de su esposa, aparentemente él tenía algo que ver. Yo creo que la relevancia es que en ciertos estratos sociales se habla más, se visibiliza más y es mucho más difícil esconder que en otros. Yo, en lo personal, he conocido mujeres de un estatus social muy alto que muchas veces mantienen una imagen para seguir manteniendo ese estatus y porque además cargan con todo un peso social.
Pero creo que en casos de extrema pobreza esta contribuye porque el hecho de ser dependiente económicamente de otra persona tiene mucho que ver, y esta es en sí una forma de violencia, porque la violencia no solo es física sino también emocional, psicológica y económica, por ejemplo, cuando te rompen las cosas que te sirven para salir adelante, o para tu negocio; o cuando te controlan tus ingresos es una forma de violencia.
El documental tú lo haces en el 2008. ¿Cuándo nace el colectivo Justice for my Sister?
En realidad yo empecé a filmar en el 2008, en el 2011 ya casi había terminado la filmación en ese momento, a fines del 2011 Kate del Castillo hace la narración y empezamos la campaña para formar el colectivo en Guatemala. En el 2012 tuvimos varias presentaciones del documental en California en algunas comunidades y con la colaboración de grupos de derechos humanos. Ese mismo año formamos el colectivo en Los Ángeles.
¿Cuál es tu objetivo en el Ecuador aparte de presentar el documental?
Es muy importante poder formar redes de apoyo tanto dentro del país como a nivel internacional, porque ahora mi meta es crear un movimiento transnacional. Estuve en México hace un mes, ahora pretendo conectar a las personas que me recibieron allá con las que me recibieron aquí en Ecuador. Es también importante cruzar puentes y conectar a la gente, porque muchas personas que están en movimientos sociales pueden involucrarse. Muchas veces las víctimas de la violencia no tienen relación con los movimientos sociales, pero creando una red de información pueden acudir y ahí agarrar fuerzas al sentirse identificadas con otras personas y no tan solas.
¿El colectivo es multidisciplinario, quién trabaja ahí?
Tenemos abogados, psicólogos, pero no damos servicios directos, lo que más damos es información y también talleres donde informamos a través del teatro, de la educación popular, de la fotografía. Aquí, por ejemplo, en Quito, los facilitadores pudieron realizar una campaña digital de arte y diseño. Cada vez que nos involucramos con nuevos públicos ellos aportan nuevas cosas.
Tú fuiste víctima de violencia en Guatemala cuando estabas terminando el documental. ¿Crees que esto tuvo alguna relación?
Yo no podría decir si tuvo algo que ver, pero yo sé que hay casos de personas que son defensores de derechos humanos que son perseguidos, pero en mi caso particular, como nunca se resolvió, no podría afirmar. Sucedió en el 2009, cuando ya había pasado la parte más fuerte del juicio, ya solo faltaba que se resolvieran las apelaciones. Pero yo seguí trabajando, seguí haciendo viajes cortos a Guatemala.
Gracias, Kimberly, gracias por la “berraquera” de tu sangre colombiana, le digo, y ella ríe con su sonrisa iluminada.
Juventud, divino tesoro… pienso mientras la abrazo y siento su aplomo, su seguridad, su confianza de que va a cambiar el mundo. Esperemos que sí, pensemos como ella, que el mundo sí puede ser un poco mejor.