¿Le suena extraña la pregunta? ¿Se trata de una broma? Párele, amigo, que el tiempo no está para bromas. El desastre social que vivimos hoy en Ecuador, con una colectividad azotada por la descomposición moral y un deporte que, salvo unas cuantas entidades oficiales, es el espejo de esa descomposición, hace que cada línea sea escrita con el ceño fruncido y una angustia inevitable. No hay peor espectáculo que un inmoral queriendo moralizar. Es la reflexión que me nace al escuchar el ataque dirigido a Jorge Delgado Panchana, una gloria deportiva y un caballero de recta conducta.

Nuestro Barcelona SC tuvo ayer sábado su asamblea. No puedo comentar lo que ocurrió porque esta columna la escribo los viernes. El club es un sentimiento popular de raíces socioeconómicas y políticas muy profundas. Desde esta óptica ningún otro club puede compararse, por más títulos internacionales que exhiba. Fue fundado en una esquina -la noroeste de Eloy Alfaro y Francisco de Marcos- y por eso no hubo acta fundacional. Fue el 1 de marzo de 1988 que Víctor Manuel Olvera, primer secretario del club, dirigió una carta al presidente vitalicio, Victoriano Arteaga Martinetti, en la que dejó constancia de lo ocurrido. Olvera, documentadamente, probó que el club se fundó el 28 de abril de 1925 y que lo que ocurrió el 1 de mayo de ese año fue la posesión del directorio en la casa de Eutimio Pérez Arumí, cuñado del presidente electo Carlos García Ríos. La carta fue protocolizada por la notaria Norma Plaza de García.

Asamblea de socios de Barcelona SC se posterga por falta de ‘quorum’

Recién en 1943 Barcelona tuvo su primera sede: un chalet de caña situado en la esquina suroeste de Chile y Francisco de Marcos, alquilado por Wilfrido Rumbea León y Rigoberto Aguirre Coello. Cuando el ya ídolo de la ciudad ganó a Millonarios en 1949 el alcalde de ese tiempo, Rafael Guerrero Valenzuela, ofreció que el cabildo donaría un solar al club. Y cumplió. El 23 de junio de 1950, con ocasión del cumpleaños de Fausto Montalván, el capitán del equipo de la idolatría, se reunieron varios socios y nominaron un comité pro Casa del Barcelona. Lo iba a presidir Federico Muñoz Medina y lo integraban Pablo Estrada Valle, Rafael Arosemena Coronel, Vicente Suárez, Luis Alberto Arteaga, Pipo Bruno, Oswald Grimmer y Eduardo Servigón. En aquella noche, el periodista Raúl Murrieta habló para decir que era la hora de mostrar el amor al club. Metió la mano al bolsillo, sacó un billete de 100 sucres y exclamó: “¡Quién da más!”. Todos lo imitaron hasta reunir la suma de 1.080 sucres, con los que se inició la colecta. Miguel Salem Dibo ofreció dirigir la obra que cuatro años después estaba lista para ser inaugurada en el solar que donó el Municipio, en la calle Maldonado.

Publicidad

Esa edificación de dos plantas, llena de bellas historias, se perdió cuando un clown de pecho descubierto la dio en pago a un paquete argentino que él mismo había contratado. No le tembló la mano a la hora de regalarlo. Muchos años después, en un remate, la adquirió un hincha de Emelec que me contó un suceso vergonzoso. Con respeto a lo que significaba esa primera sede propia del club que era adversario, pero no enemigo de su Emelec, se dirigió al presidente torero y le ofreció el edificio por un precio simbólico a cambio de publicidad en el estadio Monumental. La respuesta fue que ese inmueble no significaba nada ya y que él no sentía ninguna simpatía por la historia. No he vuelto a hablar con mi amigo emelecista, por lo que no sé el destino de aquel acogedor lugar donde solíamos encontrar a los viejos cracks y veíamos entrenar a los pupilos de Guillermo Figurita Villagómez en el gimnasio que quedaba al fondo, entre ellos a nuestro querido amigo César Chivo González.

Me encanta contar historias y esa es una de las razones para poner en mi columna los párrafos anteriores. Otra es la citación a la asamblea torera. Barcelona no tiene una sede. Tiene un estadio del que es dueño a medias. Galo Roggiero me invitó una vez a la suite presidencial y eso es lo que conozco, aparte del palco de prensa y las suites de Wilfrido Rumbea (+), de Alfonso Aguirre Lewis (+), de Carlos Coello Martínez y de Gabucho Zea Camino. Una sede social no hay, por ello en asambleas hay que alquilar el Centro de Convenciones o, en el acto de ayer, el Museo Antropológico (MAAC) en el Malecón. Este último local tiene capacidad para 2.000 personas, pero los socios habilitados son 5.125. Sea el número que sea, lo de las elecciones debe haber sido resuelto y ojalá sea para bien de la entidad, cuyo equipo naufraga cada día.

Rafael Verduga analiza postularse a la presidencia de Barcelona SC si la asamblea de socios convoca a elecciones

Alguna vez lo dije, no sé si en una conferencia en Barcelona Astillero o en una columna: la salvación del club estriba en que vuelva al Astillero. No digo que levante un edificio que sea sede social o que haya una cancha en el barrio. Creo que a Barcelona lo salva del desastre, en el que va dejando jirones de su honor y su solvencia económica, la vuelta al espíritu de los hombres del Astillero que lo fundaron y lo engrandecieron; dirigentes honorables, distinguidos por su amor al club como Rumbea o Aguirre Coello; Luis Rulimán Guerrero y Miguel Salem Dibo; Emilio Baquerizo Valenzuela y Aquiles Álvarez Lértora; Carlos Coello Martínez y Pepe Tamariz Crespo; Nicolás Romero Sangster y Galo Roggiero Rolando.

Publicidad

Barcelona perdió el rumbo cuando cayó en manos de hábiles negociantes ávidos de publicidad y de fortuna, salvo honrosas excepciones. Va camino al centenario vistiendo harapos, lleno de deudas, observado por cazadores ambiciosos y sin mostrar los atributos que lo hicieron ídolo de la fanaticada futbolera. Está en el radar de extranjeros que quieren aparecer de dirigentes con pasado de jugadores como único atributo. Carlos Alfaro Moreno hizo dupla con otro exfutbolista, José Cevallos, y despeñaron a Barcelona al infierno de la catástrofe económica. Alfaro se hizo elegir presidente para cuidar las espaldas de su exsocio con el cuento del “campeonato financiero”. Alfaro fue ídolo en su patria de nacimiento jugando para Platense; después en Independiente y un montón de clubes, pero no regresó a Argentina para candidatizarse. Se estableció en Guayaquil, creó una escuela que más tarde vendió a Barcelona fingiendo filantropía. Ahora surge otro potencial candidato: Matías Oyola, otro argentino. ¿Por qué no regresa a su país de nacimiento y se candidatiza a presidente de Colón de Santa Fe, de donde vino a Barcelona, y que hoy se bate en la segunda división? Y después de Oyola, seguro que se postulará Damián Díaz.

Yo propongo –y lo digo muy en serio– que este Barcelona de Alfaro, Oyola y Díaz cambie su sede a Buenos Aires y juegue en la liga argentina, aunque así como funciona iría a la serie C. Los guayaquileños formaremos otro y haremos sede en la Asociación Barcelona Astillero, en Eloy Alfaro y Letamendi, último reducto glorioso que le queda al club. (O)