Alfredo Bonnard Jara, para todos los que los que lo vimos en sus grandes momentos el mejor arquero ecuatoriano de todos los tiempos, falleció hace unos días y sus restos reposan para siempre en Parque de la Paz. Los únicos que le niegan ese mérito son los que no lo vieron y odian todo lo que traiga perfume de recuerdos. Con su eterna despedida se ha ido el último sobreviviente de la histórica alineación de Unión Deportiva Valdez, aquel equipo que formaron en Milagro Edmundo Valdez, Adolfo Klaere, José Dáger y Julio Mendoza y lo convirtieron en bicampeón del fútbol profesional guayaquileño.

El recuerdo es el diario que todos cargamos con nosotros, decía el escritor irlandés Oscar Wilde. Ese diario lo tengo siempre bajo el brazo porque aprendí desde niño que disfrutar de los recuerdos es vivir dos veces. Así revivo el barrio, la escuela, el Vicente Rocafuerte, la vieja piscina Olímpica y el estadio Capwell cuando su general llegaba a la mitad de la avenida Quito de hoy. Cuando la memoria me transporta a la niñez me bajo en la estación del Capwell para rescatar todo aquello que me dejó el fútbol de ese tiempo, especialmente mis tres amores futboleros: Chacarita Juniors, Unión Deportiva Valdez y Barcelona. Probé en esos tiempos un manjar cuyo sabor me dura hasta hoy: el balompié bien jugado, elegante, técnico y lleno de pasión por la divisa en todos los futbolistas. Amor por los colores se llamaba en ese tiempo; lirismo le llaman hoy algunos jovenzuelos, quienes creen que el bolsillo es más importante que el corazón.

Alfredo Bonnard (i), en un partido con la selección de Ecuador en la década de los 50. Foto: Archivo

En las canchas de tierra de La Atarazana muchos soñábamos con algún día volar entre los tres palos como Enrique Romo, Hugo Mejía o Jorge Delgado. Yo cerraba los ojos y me veía saliendo de la raya para saltar y atrapar centros como Alfredo Bonnard. Nadie me enseñó cómo hacerlo y sufría en cada revolcón. Después reparé en que todo era ilusión.

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Bonnard debutó en primera categoría a los 16 años en el Panamá. En 1951, junto a sus jóvenes compañeros, se marchó al Everest y un año más tarde, cuando ya era el mejor de todos en su puesto se fue al Norteamérica que venía de quedar último en el torneo de la Asociación de Fútbol del Guayas. Bonnard tenía voz de mando y una óptima visión del juego. Desde su zona, ordenaba los movimientos de sus novatos zagueros: Orlando Zambrano, Luis Patón Alvarado y Gerónimo Gando. “Yo les enseñé cómo debían jugar” me contó una vez Alfredo. Alvarado y Gando me lo confirmaron luego. Norte fue campeón de 1952 y estrenó su título ante el vicecampeón argentino Racing Club venciéndolo (3-1) en el Capwell el 17 de diciembre de ese año, con una actuación fabulosa de Bonnard.

A inicios de 1953 Edmundo Valdez Murillo tentó a Bonnard para llevarlo a las filas de Valdez. “Me impresionó el carácter convincente y bondadoso de don Edmundo y le di mi palabra. Nunca firmamos un documento; era un pacto de caballeros” confesaba Alfredo a sus amigos en 1989, después de un partido de veteranos en homenaje a don Edmundo.

Cuando fuimos al Sudamericano de Lima en 1953 los niveles de organización y preparación, cuidado físico y médico de los seleccionados era rudimentario. No había partidos de preparación; todo era viajar y jugar, así de simple. Brasil era subcampeón del mundo; Perú había hecho una gira de dos meses por Europa; Chile contaba con jugadores que actuaban en el viejo continente y Paraguay tenía un plantel de categoría. Considerándolo fácil de derrotar los peruanos escogieron a Ecuador para el debut . Los dueños de casa eran uno de los favoritos para el título y contaban con estrellas refulgentes como Alberto Terry, Gerónimo Barbadillo, Tito Drago y Oscar Gómez Sánchez. En ese partido nuestro arquero se ganó la admiración del público y la crítica. Diario EL UNIVERSO comentó: “Bonnard fue la gran figura y el público, adverso a nuestro cuadro, fue poco a poco reaccionando favorablemente y terminó aplaudiendo sin reservas la meritoria actuación del arquero que fue una muralla”. Frente a Paraguay el asombro del público fue en aumento y al concluir la brega le tributó la más sonora ovación que se había escuchado hasta entonces en el Estadio Nacional. El Comercio de Lima sentenció: “Bonnard ha dado cátedra de arquero”. En los encuentros ante Brasil, Bolivia, Uruguay y Chile la performance de Bonnard rebasó los límites de lo imaginable. Pese a la debacle ante los charrúas la agencia United Press comentó: “Bonnard sigue siendo el estupendo arquero que tapa todo lo humanamente posible. Los ecuatorianos no se esfuerzan por jugar, la defensa se abre y los uruguayos presionan dando lugar a Bonnard para convertirse en estrella porque en menos de seis minutos le hacen cinco disparos que el prodigioso arquero ecuatoriano tapa provocando formidables ovaciones y acercándose los delanteros uruguayos a felicitarle”.

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Alfredo Bonnard. Foto: Archivo

Al final del torneo Associated Press provocó una encuesta para elegir a la mejor figura en cada puesto y Alfredo Bonnard ocupó el primer lugar junto al arquero paraguayo Adolfo Riquelme, aunque se hacía notar que éste, cuya selección había logrado el título, había contado con el aporte de un poderoso equipo y una defensa de valía, mientras Bonnard se había lucido en un equipo débil y poco consistente. Luis Vidal Sologuren, comentarista de dicha agencia mundial, afirmó: “Este Campeonato Sudamericano ha dejado en descubierto una brillante constelación de estrellas del arco.

Las tajadas increíbles, los saltos felinos, las estiradas temerarias han puesto la nota delirante y emotiva (..) Y por eso, cuando surge la charla futbolística se deriva con ribetes admirativos hacia las figuras de Riquelme, Radich, Castilho y otros (..) Entre ellos hay uno que destacar con singular nitidez por sus excepcionales cualidades y quizás por ser el menos conocido y no tener la fama que ya han conquistado sus colegas en otras lides internacionales. Este es Alfredo Bonnard, el arquero de la selección de Ecuador, la revelación del certamen (..) Aplaudimos a Bonnard por ese encuentro en que su equipo se jugó por entero frente al coloso, Brasil (..) Esa noche Bonnard representó a la mitad del equipo tricolor. Fue la figura cumbre y alma del equipo”.

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Nunca un arquero nacional provocó tantos elogios de la prensa extranjera. “Era completo; no tenía defectos. Jugar junto a él en la defensa era aprender y consagrarse” me confesó Carlos Serrado Campbell que formó con él la retaguardia de Valdez junto a Honorato Mariscal Gonzabay y Leonardo Mondragón.

Aún tengo en un cuaderno una frase de EL UNIVERSO del 2 de diciembre de 1954 para juzgar la actuación de Bonnard el día anterior ante Libertad de Paraguay: “Con su actuación de anoche Bonnard ha alcanzado la dimensión de un inmortal del fútbol”. Recordar es fácil para el que tiene memoria, olvidarse el difícil para quien tiene corazón sentenció Gabriel García Márquez. Por eso aunque hayas muerto, seguirás vivo siempre querido Alfredo Bonnard Jara. (O)