Jorge Bolaños Carrasco, guayaquileño nacido el 26 de agosto de 1944, reconocido por toda la afición como el Pibe, es considerado después de Alberto Spencer el mejor futbolista ecuatoriano de todos los tiempos. Desde muy pequeño Bolaños destacaba por dos cosas: su habilidad y destreza con el balón y su picardía natural. Se conoce que ya desde muy chico, en un reconocido equipo barrial de Guayaquil llamado El Sagrario, lucía y era la atracción en los campeonatos de la Liga Juan Díaz Salem.

Y también en los torneos intercolegiales, jugando para el nacional Vicente Rocafuerte, era el que sobresalía. Un día el mismísimo José Vicente Balseca se fijó en él y lo llevó a integrarse al Club Sport Emelec, y el primer profesor que lo identifica por su calidad es el argentino Eduardo Tano Spandre, quien le permitió jugar en el primer equipo.

El 28 de junio de 1958 se une al Emelec y comienza a resaltar como un talentoso mediocampista. Las miradas sobre él fueron puestas de inmediato porque en la cancha era un virtuoso por su imprevisible regate. Su crecimiento fue vertiginoso y su incorporación al principal equipo de Emelec, donde lo esperaba un lugar privilegiado, fue de inmediato. Bolaños se encargó de darle forma al famoso Ballet Azul, integró la famosa delantera de los Cinco Reyes Magos, donde alinearon Balseca, Bolaños, Raffo, Raymondi y el Pibe Ortega. Entre todos esos Reyes Magos Bolaños era el encargado de llevar los regalos que acostumbraban dar a todos los aficionados los domingos cuando iban a ver al Ballet.

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Jorge Bolaños sabía que los fanáticos deliraban y lo aclamaban y él, con ese andar vanidoso, disfrutaba presuntuoso sus hechuras. Antes de los partidos no le gustaba para nada el pizarrón ni las tácticas. Se conoce que su principal técnico en la época dorada del Emelec, Francisco Paternoster, le repetía el mismo estribillo: “Pibe, jugá como tú sabés y hacé en la cancha lo que tenés que hacer”. Ese privilegio lo convirtió en líder y le dio derecho a recriminar al compañero que no sintonizaba el compás que él imponía; el periodista Mauro Velásquez Villacís sentenció lo siguiente: “Cuando Bolaños dejó Emelec, en 1969, con su partida murió el Ballet Azul”.

La selección ecuatoriana lo esperaba con los brazos abiertos. En esos años gran ruido produjo el saber que se iba a participar Ecuador por primera ocasión en las eliminatorias a un Mundial, el de Chile 1962, entrenado por el afamado Juan López, quien había sido campeón del mundo con Uruguay en 1950, convocó con apenas 16 años a integrar la selección al Pibe Bolaños. Ante la incredulidad de muchos periodistas su debut con el combinado nacional fue el 21 de noviembre de 1960, frente al Deportivo Caldas, de Colombia. Convenció a todos y los titulares de los periódicos al día siguiente eran contundentes: ‘Un Pibe de Oro se paseó en el estadio Capwell’.

Su paso al Barcelona fue muy comentado, tanto en cuanto en esa época era calificado casi como un acto de deslealtad que un futbolista que haya vestido la camiseta azul, o la amarilla se atreviera a cambiarla por la otra. Se comentaba que los dirigentes canarios forjaron una estrategia para disimular la incorporación del Pibe de Oro a las huestes barcelonistas. Esta consistió en que sea el América de Quito el que lo contrate y que ese equipo sirva como un tránsito de pocos meses –como efectivamente lo fue– para luego aparecer en el Ídolo del Astillero.

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En Barcelona Bolaños fue parte de un conjunto formidable con el padre Juan Manuel Bazurko y Alberto Spencer, en la recordada Hazaña de La Plata, cuando le quitaron el invicto al célebre Estudiantes. El Pibe se convirtió rápidamente en líder en Barcelona. Otro de nuestros grandes periodistas, Guillermo Valencia León, Valenciano, escribió en junio de 1965 en la revista Estadio sobre el Pibe de Oro: “Bolaños rompe los nervios, los crispa. Dominador del balón, da la sensación de no querer despegar de él. Defiende la pelota y hasta agacha la cabeza para ver si la mantiene entre sus botines. Es el Pibe, al cual arrebatarle el balón es como quitarle a un niño su juguete más querido”.

Se fue a probar en 1961 a las inferiores de River Plate por pedido del profesor Renato Cesarini, que lo había observado en la eliminatoria del Mundial 1962. El Pibe brillaba en la tercera categoría del equipo argentino, pero su padre insistía en que la directiva cumpla con condiciones que terminaron debilitando la relación con la dirigencia de River. Ante estos supuestos incumplimientos obligó a su hijo a retornar inmediatamente al país. También trascendió que en 1963 fue pedido a prueba por el A.C. Milan, pero él se negó a ir en esas condiciones; dijo que solo iría contratado, lo que no sucedió.

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Pero algo que no podré olvidar jamás es el gol más hermoso de los que pude presenciar en el recordado estadio Modelo; sucedió a finales de marzo de 1965. El periodista Ricardo Vasconcellos Rosado lo describió así en una columna titulada ‘El gol imposible de un genio, Jorge Bolaños a Paraguay’. “A los 38 minutos se produjo la jugada con que Jorge Bolaños inscribió su nombre en el libro de los goles inolvidables. Fue una acción contra la lógica, la jugada imposible. Con el talento y la espectacularidad que fueron ingredientes de su fútbol magistral e irrepetible, Bolaños eludió a un defensor por el lado derecho de la zona paraguaya. Se lanzó entonces a velocidad, con el balón atado a sus botines, gambeteó a otro defensor y llegó a la raya de fondo. Por la línea de cal dejó en el piso a otro adversario y miró hacia el arco donde se hallaba parado, listo para bloquear el tiro el arquero (Arturo) Galarza, quien vislumbraba, como era lógico, el centro retrasado. Vino entonces la inspiración genial, el Pibe se decidió por un envío con efecto por sobre Galarza y este empezó a retroceder desesperado, mientras el balón pasaba cerca de las manos y describía una curva, para ir colándose suavemente por el ángulo formado por el travesaño y el segundo palo, en el arco que da hacia el Cuartel Modelo”.

Las tardes y noches del Capwell o del olvidado Modelo fueron los principales escenarios donde Jorge Bolaños, el balletista más fino del fútbol ecuatoriano, ofreció su inolvidable show".

El legendario Pibe Bolaños, símbolo de un balompié lleno de picardía, talento y alegría, como no hemos vuelto a ver en nuestras canchas, se quedó inmóvil, viendo el desplazamiento del esférico. Fuimos testigos de un tanto histórico. “Fue un gol más para verlo que para narrarlo”, sentenció EL UNIVERSO el 1 de abril, al comentar el partido.

Desde 1976 de a poco Bolaños se fue retirando del fútbol. La magia en los escenarios se fue esfumando, hasta que un día amanecimos con una estremecedora noticia: con apenas 52 años al Pibe se lo llevó la muerte. El motivo de su deceso fue un cáncer producido por inhalar los gases que generaba el taller metalúrgico de su propiedad.

Un 24 de mayo de 1996 la comunidad futbolera lo lloró, recordándolo con mucha nostalgia. Había fallecido el líder, el mandón, el número 10 que fungía de dueño del equipo; en ese triste amanecer lo pidió el Creador. Se fue haciendo cascaritas, chiches, paredes, sombreritos, gambetas, amagues. Ese día de su partida hizo hasta el túnel entre esta vida y la otra.

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Solo nos queda recordar aquellas funciones de los Cinco Reyes Magos, que ya voltearon algunas hojas del calendario; las tardes y noches del Capwell o del olvidado Modelo fueron los principales escenarios donde el balletista más fino del fútbol ecuatoriano supo ofrecer su inolvidable show. (O)