¡Albricias! La prensa nos informa que el ranking mundial de la FIFA nos ubica en el puesto 21 entre las selecciones del mundo. ¿Será por calidad? Esa clasificación es muy engañosa, al punto que en el 2006 México ocupó el sexto lugar, fue cabeza de serie del Mundial y no alcanzó a llegar al quinto partido.

Parece un regalo anticipado de Navidad porque, si no recordamos mal, Ecuador fue eliminado en la primera fase de Brasil 2014 en una actuación muy pobre, peor que la de Japón-Corea 2002 y Alemania 2006. Presentamos once, doce, quince jugadores, pero nunca mostramos un equipo. Bien podría la Tricolor haberse llamado ‘Los Independientes’: cada cual jugaba por su lado y algunos, con evidente desgano, como si estuvieran atrasados en sus haberes suculentos.

Nos fuimos de Brasil con pena y sin gloria. Lo decimos con todas sus letras y con el riesgo de ser agredidos por los ‘guaruras’ de los dirigentes. Ya lo indicó en plena competencia un símbolo histórico de nuestro fútbol, Álex Aguinaga. La respuesta fue la feroz dentellada del mastín mayor de la jauría usando las redes sociales.

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Al regreso de Brasil los ‘custodios’ del ‘prestigio’ de los dirigentes han hablado de “hazaña” y “orgullo” en un coro armónico que nada tiene que envidiar al de los Niños Cantores de Viena. ¿Hazaña es ser eliminados a las primeras de cambio? ¿Orgullo es haber ido a amontonarnos en el área propia para que no nos hagan goles? Si lo nuestro fue hazaña, ¿cómo podemos calificar lo de Costa Rica, Chile o Colombia?

Es un hecho que la más alta meta de nuestra dirigencia es clasificar a la fase final del Mundial. Lo que suceda en el torneo carece de importancia. Recuerdo que en el 2002 el técnico de entonces, Hernán Gómez, declaró que a Japón-Corea íbamos “a aprender”. Curiosamente usó la misma expresión de quienes presidieron la delegación al Sudamericano de Chile en 1955. Con más de un siglo de practicar el balompié en el país, otra vez marchábamos a aprender.

Recuerdo también la emoción con que fuimos a Sapporo para cubrir el debut mundialista de Ecuador. Fue una decepción. Haber luchado medio siglo para mostrar todos nuestros temores. ¡Todos atrás! fue la orden del Bolillo Gómez. Solo Agustín Delgado para batallar contra la mejor pareja central del mundo: Fabio Cannavaro y Alessandro Nesta. No pudimos salir con la frente en alto. A México lo sorprendimos con un gol de Delgado. Desde el palco de prensa observamos los gestos de Gómez: Todos atrás, incluido el goleador. Perdimos otra vez.

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En ese centro del campo superpoblado un único jugador, Gerardo Torrado, nos ganó todos los balones. Contra Croacia, ya liberados de presiones y de las órdenes defensivas, Ecuador logró su primera victoria.

En el 2006 vencimos a Polonia y Costa Rica en la fase de grupos y Alemania nos dio una paliza en Berlín. Ecuador logró pasar a cuartos de final y en la misma capital teutona volvimos a los miedos. Ante Inglaterra, Carlos Tenorio estrelló un balón en el travesaño antes del primer cuarto de hora. Luis Fernando Suárez tuvo temor de faltarle el respeto a los inventores del balompié y nunca más intentamos llegar al gol. Nos ganó Inglaterra con una anotación de David Beckham. Con haber llegado a cuartos de final estábamos cumplidos.

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Lo de Brasil 2014 fue peor. “Nadie puede negar que jugamos bien los tres partidos, pero tuvimos mala suerte”, dijo uno del coro de los Niños Cantores. ¿Jugamos bien? ¿Qué es jugar bien? Me acojo a una definición de Jorge Valdano, campeón mundial en 1986, quien maneja la palabra mejor que el balón: “Cada lugar del campo tiene su velocidad y su dificultad, todos tocan y se ofrecen; el bordado empieza desde atrás, donde hay que asegurar la salida sin riesgos, el medio centro distribuye con sentido común, los medios de los lados pisan la raya de banda y se muestran en diagonal, el cuarto centrocampista es el transgresor que inventa cosas raras para arriesgar la búsqueda del gol y todos juntos se suman al delantero en la llegada… Maravilloso. ¿Ah, sí? Entonces no pregunten más qué es jugar bien”.

Lo nuestro no tuvo el bordado del que habla Valdano; apenas un zurcido que remedió siempre Enner Valencia.

Y todo ello después de gastar fortunas en cuerpo técnico, 52 partidos de preparación y cuatro años de trabajo. No hubo equipo. Aunque sí hubo ganadores: los invitados de la Federación Ecuatoriana de Fútbol cuya nómina (igual que en el 2002 y el 2006) y costos son misteriosos gozosos de la sabiduría directiva.

Hemos ganado cinco puestos en el ranking y de seguro el periodismo adicto lo va a celebrar.

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Los únicos excluidos de la fiesta serán los clubes mendicantes y los futbolistas impagos en medio de la crisis económica por la que atraviesa el fútbol nacional. Un padre de familia millonario, prepotente y derrochador y una familia harapienta que no puede encender al fogón. Esa es la realidad que tiene pocos detractores y sí una barra aplaudidora de micrófono y pantalla. ¿Habrá alguna vez un sinceramiento ético en nuestro periodismo?

Los únicos excluidos de la fiesta serán los clubes mendicantes y los futbolistas impagos en medio de la crisis económica por la que atraviesa el fútbol nacional.