Poner en juego la seguridad de las personas y la de sus familiares, con el único afán de tener la primicia informativa, es a todas luces lamentable.
Los hechos recientes relacionados con la matanza de Tamaulipas (al norte de México) constituyen una muestra fehaciente de esta reprochable práctica.
En primer lugar, el caso del migrante ecuatoriano que sobrevivió a ese hecho de sangre, y que la simple lógica exigía prudencia en la difusión de los detalles familiares de la víctima. Prensa escrita y televisión no escatimaron esfuerzos en hacer gala de un despliegue informativo, digno de mejor suerte.
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De esta manera le allanaron el camino al coyotero, que ahora sabe con exactitud dónde y a quiénes cobrar el dinero adeudado, por lo que debe estar eternamente agradecido con tan “amables y acuciosos” periodistas.
Luego, algo inesperado: la absurda indiscreción del presidente Correa, al dar a conocer la existencia de un segundo sobreviviente de origen hondureño. ¡Qué premura por dar esa información ante las cámaras!, ¿era necesario hacerlo? Menos mal que lo dijo en voz baja, como queriendo mostrar algún recato; aún así lo transformó en un secreto a voces, con lo cual logró que se escuche la noticia en Honduras donde el coyotero local debe estar de plácemes, pues para él ya no todo estará perdido.
De esta manera, le asiste la razón al Canciller de Honduras en sus críticas al Presidente ecuatoriano. Sin duda, la discreción y la prudencia no son cualidades que identifiquen a algunos periodistas y peor al Presidente de la República.
Hugo Romo Castillo,
Quito










