La virtud del espejo es reflejarnos tal como somos; no hay cristales mágicos salvo en los cuentos de hadas. Utilizo esta imagen planteada por Grace Jaramillo en  El Comercio  a propósito de lo acontecido con el ITT. A mi juicio, este era claramente una apuesta de articulación nacional de futuro; un retrato de nuestro país que podíamos exhibir en el mundo de lo que un país pequeño como el nuestro, de ingreso medio bajo, con muchos problemas sociales, pero de gran calidad moral, era capaz de sacrificar, por un futuro mejor para todos. Pero también su abrupto final es una señal clara de nuestras limitaciones como sociedad y sobre todo del Gobierno que elegimos.

Lo interesante es cómo se construyó la propuesta para dejar el petróleo y preservar ese maravilloso patrimonio natural y social. Fue un proceso en que participaron los pueblos y nacionalidades indígenas, los movimientos ecologistas, los conservacionistas, los académicos, los políticos, los empresarios y el Estado. En esto no hay paternidad como parece querer atribuirse el presidente Correa y  lo ha subrayado Alberto Acosta, sino una construcción colectiva.

La comisión del ITT reflejaba bien esta articulación: un empresario turístico innovador y soñador, un alto funcionario de Estado en relaciones exteriores, un académico político y ministro, la mayor ambientalista del país y seguramente la persona ecuatoriana más conocida y respetada a nivel internacional, un científico social de altísimo nivel como asesor de la Comisión. La propuesta es lo que más se acercó a un proyecto nacional, que articula actores y visiones y se imagina un futuro diferente.

Así que cuando el Presidente acusó al equipo de haber hecho una pésima negociación, desbarató no solo la viabilidad de la propuesta, sino un elemento de encuentro de las mejores capacidades de nuestro país. Me imagino que esto es difícil comprender para un economista acostumbrado a la crítica y no a la construcción de un proyecto nacional consensuado de futuro. Su discurso y me imagino que para muchos, rompió uno de los elementos que, de una u otra manera, me mantenía en una línea de apoyo crítico. Queda ya muy poco de sueños en este Gobierno; predomina una lógica irredenta de poder, basada en clientelismo político y manejo comunicacional.

¿Qué fue lo que movió al presidente Correa a minar la propuesta negociada? ¿La influencia de una mano lubricada por intereses petroleros? ¿La de una presupuestaria, ávida de recursos frescos para mantener la maquinaria clientelar rodando? ¿El propio éxito de la comisión en movilizar los recursos necesarios para dejar el petróleo bajo tierra en un proyecto en que el mandatario no cree realmente? ¿O, simplemente, un estilo personal que ataca sin razonamiento previo, aun cuando después se arrepienta de sus palabras? ¿Quién sabe? Solo su conciencia podrá responder; sus argumentos son pobres y no resisten el menor escrutinio.

Al romperse la propuesta trabajosamente desarrollada por la comisión, nuestra imagen desaparece y se refuerza la de un país que se refleja en sus pedazos dispersos, en la colcha construida sobre la base de retazos de diversas proveniencias, sin orden ni armonía. Lo penoso del proyecto ITT es que terminará siendo un pequeño parque natural, asediado por torres de perforación de empresas públicas y privadas, nacionales o internacionales, vinculadas a ese elefante blanco que es la refinería de Manabí. Luego se armará un discurso que lo justifique y que venda todo esto como uno de los grandes logros del Gobierno.