Cuando estaba a medio escribir mi columna semanal, me llegó la noticia de que diario Hoy, el matutino quiteño, dejaría de sacar su edición impresa y migraría a una digital. Las razones tienen que ver con, y así lo manifiesta su director, Jaime Mantilla, el boicot publicitario y el ambiente adverso a la prensa privada, especialmente desde que fue expedida la Ley Orgánica de Comunicación. No tengo dudas de las razones esgrimidas.

Esta es una noticia llena de simbolismo, Hoy es el periódico asociado al retorno a la democracia, nació en 1982 a los pocos años de que el país eligiera un gobierno democrático; eran los tiempos del cambio en democracia, que fue el signo del país los primeros años. El que deje de publicarse ahora es reflejo del ambiente de la libertad de prensa y de la democracia en Ecuador. Era, es, un periódico fundamentalmente de opinión, su página de columnistas era esperada por todos quienes nos volvimos ciudadanos entonces. Sus páginas se caracterizaron siempre por el atrevimiento, la capacidad de burla, el humor provocador, sin perder por lo tanto su seriedad y profundidad.

Fue también uno de los primeros periódicos en poner énfasis en la investigación seria y documentada con suplementos como Blanco y Negro , que durante muchos años dirigió Diego Cornejo y que puso en evidencia muchas de las trafasías del poder en esos años, nunca calló. Fue también un gran periódico cultural, especialmente cuando publicó el suplemento La Liebre, elaborado por quienes entonces hacían editorial El Conejo.

Su característica central fue desde su nacimiento el pluralismo, sus páginas se abrieron a nuevos formadores de opinión, que hasta entonces no tenían cabida en la prensa más establecida: académicos, personas de la cultura, empresarios, activistas de la sociedad civil, hombres y mujeres y jóvenes periodistas que se habían formado en periódicos como El Tiempo o El Comercio. Era una camada realmente nueva, convencida de poder renovar la forma como se hacía prensa hasta entonces y de hecho lo logró. Fue una gran escuela para periodistas, quienes se formaron allí en muchos casos fueron tentados por periódicos establecidos y ayudaron en su renovación.

Tuvo sus momentos duros, especialmente durante el gobierno de León Febres-Cordero en que se cerró la publicidad oficial y muchos de sus periodistas fueron atacados, pero nunca en la forma orgánica y estructural en que se lo hace ahora. Sobrevivió a aquello y ya con el gobierno de la Izquierda Democrática se volvió a la normalidad. La cercanía con los gobiernos democráticos no significó nunca el arrear las velas de la crítica y la denuncia, fueron tan duros como siempre, siempre; un periódico incómodo para el poder.

Como señalé fue (es) fundamentalmente un periódico de opinión y ello era una opción con consecuencias en tiraje y circulación. No fue un periódico de masas y no competía por lo tanto con los diarios de circulación nacional. Esto significó menor tiraje y publicidad comercial, pero también una capacidad enorme de influir opinión entre los decidores en todos los ámbitos.

No puedo terminar esta columna sin reconocer el papel que en esta apuesta tuvo Jaime, el Gringo, Mantilla, se la jugó por ese periódico y lo hizo bien. El dejar de imprimir el medio y proseguir por la vía digital no es fracaso, sino indicación de su compromiso con un periodismo crítico y plural.