Ecuatorianos, colombianos y bolivianos llegaron al Líbano para participar como cascos azules de las Naciones Unidas, pero no en los ejércitos de sus países sino como parte del contingente español.

Ernesto Bazurto, de 20 años, residente en España desde el 2002, y John Mendieta, de 21, que vive en la Península Ibérica desde hace tres, integran por Ecuador las fuerzas de paz internacionales que fueron desplegadas en el Líbano.

Mientras Mendieta, casado con una española y padre de una niña, sueña con lograr la nacionalidad y seguir avanzando en su carrera militar, Bazurto espera ahorrar lo suficiente como para volver pronto al Ecuador y comprar una casa para su familia.

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Según el Ministerio de Defensa, de los 1.100 soldados de paz que España enviará a Líbano, 120 son extranjeros, la mayoría latinoamericanos.

“Para mí, esta misión es un gran reto como militar, como colombiana y como mujer”, afirma la soldado Eliana Salazar, de 20 años.

“No somos españoles. Nuestro mundo, nuestra familia y nuestras costumbres están lejos, pero hacemos un esfuerzo enorme para que nos traten como a iguales”, afirma Bazurto.

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Sin perder la sonrisa mientras manosean nerviosos su boina azul de fuerzas de paz, estos jóvenes admiten ser llamados “sudacas” o “negritos” por muchos compañeros o superiores, aunque “la mayoría lo hace en broma”, dicen.

Los soldados latinoamericanos aseguran que su presencia en el Ejército español no acelerará sus trámites para lograr la nacionalidad, algo a lo que la mayoría de ellos aspiran.

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“Cuando tienes un trabajo fijo, como este, se obtiene la residencia, pero para la nacionalidad hay que esperar cuatro o cinco años. Tal vez sea más fácil si trabajamos en el Ejército, pero los trámites, en sí mismos, no son más  rápidos”, asegura Mendieta.

Cinco días después de desembarcar en Líbano, estos soldados latinoamericanos no se quejan de la falta de duchas, comida caliente o bebida fría cuando el calor supera los 40 grados centígrados. Para muchos es su primera misión y la oportunidad de ganar prestigio y respeto.

Tras estudiar durante días la historia de Líbano, sus guerras o el origen del Hezbolá, todos admiten que su mayor “miedo” serán las minas abandonadas y la hostilidad de pequeños grupos incontrolables.

El futuro
Mendieta no consigue olvidar su primera visión de Líbano: “un grupo de  mujeres que se bañaban con velo y una túnica negra en la playa de Tiro” (sur), donde desembarcaron el pasado viernes. Realiza en Líbano su segunda misión después de pasar cinco meses en Haití.

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“Si no son españoles, solo podrán ser soldados, pero una vez que obtengan la nacionalidad irán ascendiendo como cualquier otro militar”, explican los jefes del batallón.