Después de siete horas de viaje, dejando atrás Guayaquil y Quito, las montañas del Oriente se apropian del paisaje. Se muestran imponentes.

La carretera serpentea entre quebradas y abismos. En el trayecto hacia Tena, capital de Napo, los buses, camiones y vehículos particulares son acompañados por un oleoducto. Caballos y vacas pastan al pie de este tubo.

La temperatura ambiente también se ajusta a medida que el micro se adentra en esta provincia del nororiente del país. Los pasajeros se despojan de guantes, bufandas y abrigos.

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Unas tres horas después de transitar por Tena, Baeza, El Chaco y San Luis, el viajero llega a un punto que está en medio de la vía que conduce a la provincia de Sucumbíos. Como referencia este sitio está a 50 kilómetros de El Chaco. Allí hay un letrero que da la bienvenida a los turistas. Es uno de los accesos al Parque Nacional Cayambe-Coca.

Un camino adoquinado de unos 150 metros espera al viajero. En el trayecto, el turista puede toparse con guantas, colibríes, monos y otros animales silvestres, que se escabullen entre la vegetación al percibir la presencia humana.

Al final de los adoquines hay una caseta del Ministerio del Ambiente. Un funcionario de esta institución da la bienvenida al visitante y pide la cédula de identidad o el pasaporte para registrarlo en un libro.

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En este momento continúa la aventura. El sendero de unos 700 metros que lleva a la cascada San Rafael, se adentra en la cobertura vegetal de la montaña. Flores de diversos colores y el canto de aves llaman la atención del caminante. En el ambiente hay mucha humedad y los rayos del sol luchan por ingresar entre las copas de los árboles que se extienden a lo largo del trayecto.

Vertientes y pequeñas caídas de agua también se pueden ver en el camino. A unos quince minutos de la ruta, el viajero puede escuchar el sonido del líquido que cae en las rocas, se trata de la cascada más grande del país. Y, con mucha precaución, el turista puede acercarse un poco al lado derecho del sendero para divisar, a lo lejos, el manto de este accidente geográfico.

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Después de unos cinco minutos el camino se termina. Al final del sendero está el mirador de la cascada San Rafael, con una torre y unos asientos debajo de una estructura techada. En la punta de este acantilado se siente una brisa helada. Justo en frente se deja caer el manto de agua, una caída constante de aproximadamente 150 metros del líquido proveniente de los ríos Quijos y Salado. La cascada está en la reserva ecológica de Sumaco, que colinda con el Parque Nacional Cayambe-Coca.

Por momentos, este paisaje se nubla y empieza a lloviznar. Todo un espectáculo natural. Un espectáculo que invita al viajero a relajarse, a desestresarse y a tomar aire para el camino de retorno. Esa es otra historia: se recomienda regresar a paso lento porque la caminata es cuesta arriba.

Detalles y costos

- Cooperativas de buses interprovinciales que salen de Guayaquil a Gonzalo Pizarro, Sucumbíos, cobran hasta 18 dólares por persona.

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- Otra opción de movilización: Tomar un bus desde Guayaquil hasta Quito (entre 10 y 12 dólares) y luego abordar un micro que avance hasta Gonzalo Pizarro (entre 6 y 10 dólares).

- Se recomienda a las personas que viajen, de Guayaquil a la cascada San Rafael, salir en la noche para llegar temprano a Quito y estar cerca de las 10:00 en la zona de sendero.

- Quienes deseen pasar la noche en la zona pueden hospedarse en una hostería cercana al volcán Reventador o buscar habitaciones en hostales de El Chaco. Los costos están entre los $10 y $60 por noche.

- La cascada San Rafael está situada en la reserva ecológica Sumaco, pero el mirador está dentro del Parque Nacional Cayambe-Coca. En este punto se juntan estas zonas de bosque y montañas. La entrada es gratuita. (E)