El cultivo de plantas y la cría de animales en el interior y en los alrededores de las ciudades es uno de los conceptos con los que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, en inglés) define a la agricultura urbana y periurbana (AUP), una actividad practicada por 800 millones de personas en el mundo y que en Ecuador se impulsa en urbes como Cuenca, Guayaquil y Quito.

Pedro Pablo Peña, representante de la FAO en Ecuador, dice que si bien la AUP contribuye a la erradicación del hambre en el mundo, ya que busca aumentar la seguridad alimentaria, sus conceptos “han evolucionado junto con el crecimiento demográfico, los desafíos del cambio climático y el agotamiento de los recursos naturales”.

Además, destaca, se ha convertido en un elemento clave de las estrategias destinadas a reducir la huella ecológica de las ciudades. Disponer de productos frescos en las urbes supone una necesidad menor de transportarlos desde áreas rurales, lo que genera, entre otros beneficios, reducción de la contaminación atmosférica y ahorro en combustible. Mireya Atarihuana, por ejemplo, ya no va tan seguido al mercado. En su patio, valiéndose de cajas de madera, sembró la lechuga, cebolla, cebollín, cilantro y perejil, que usa para sus comidas diarias.

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Para construirlos, además de cajas de madera para frutas y verduras, pueden reutilizarse botellas plásticas, ollas viejas, baldes de pintura, galones de agua, tinas o llantas. “Depende del espacio y lo que tengas a la mano”, sostiene Pablo Ortiz, coordinador del proyecto de agricultura urbana ¡A la Huerta!, que gestiona la Fundación Museos de la Ciudad, en Quito. Agrega que, como condiciones básicas, el huerto debe recibir cuatro horas diarias de luz y tener una llave de agua cercana.

En Guayaquil, Carlos Vargas, encargado del huerto demostrativo del Centro Polifuncional Zumar del Municipio, en el que Mireya y otras 1.600 personas se han capacitado dentro del proyecto de huertos orgánicos familiares que arrancó en el 2002, dice que para crear estos espacios también se emplea caña guadua, tablas de madera, piedras o ladrillos. Con estos materiales, dice, se puede armar una cama de dos metros de largo por 60 cm o un metro de ancho para arrancar con el sembrado de hortalizas, frutas, hierbas, granos, hongos o tubérculos.

En los huertos urbanos se trabaja con abonos e insecticidas orgánicos, evitando el uso de agroquímicos. Según Genaro Vélez, responsable del Programa de Agricultura Urbana (PAU), que funciona en Cuenca desde 1998, esto minimiza la contaminación de los suelos.

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También incide en la reducción del volumen de basura producida por la ciudad, dice Carlos Ruales, máster en Gestión Ambiental y profesor del colegio de Ciencias e Ingeniería de la Universidad San Francisco de Quito. Los abonos se hacen con desechos orgánicos de la cocina o del jardín, lo que para Verónica Arias, secretaria de Medio Ambiente del Municipio de Quito, se traduce en el reciclaje de un promedio de 12 kilos de basura doméstica semanal.

El cabildo quiteño, a través de la Agencia Metropolitana de Promoción Económica Conquito, también impulsa huertos urbanos bajo la iniciativa Agrupar (Agricultura Urbana Participativa). Pablo Garófalo, responsable del proyecto, dice que durante los casi 13 años del programa se han creado 2.500 huertos orgánicos, 700 microinvernaderos, 14 biosferas y 400 sets de riego por goteo que, según Arias, “ayudan muchísimo” a la adaptación al cambio climático, ya que este sistema puede ayudar a la disminución del consumo de agua entre un 30 y 60%, al aplicarla solo donde es necesaria.

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Pero de ahí, su impacto “es insignificante” en cuanto a la adaptación y mitigación del cambio climático, afirma Carlos Ruales, porque no se trata de grandes superficies. En tanto, Pablo Garófalo enumera, entre otras de las contribuciones de la agricultura urbana, al mejoramiento paisajístico y del microclima de la ciudad y el aporte a la soberanía alimentaria de la población más vulnerable. También representa una importante fuente de ingresos y ahorros.

El excedente del consumo familiar, en Quito, por ejemplo, se vende en bioferias. En Cuenca, Genaro Vélez destaca que los 240 productores capacitados en agroecología por el PAU venden sus productos en los mercados municipales, lo que impulsa una alimentación “sana y limpia”.

Por su parte, Pablo Ortiz, más que productivos, ve a los huertos urbanos como generadores “de relaciones humanas”. Pone como ejemplo al huerto Mi Ruquito, que trabajan los adultos mayores del Centro de la Experiencia del Adulto Mayor por medio del Museo de la Ciudad. En ese espacio, dice, ellos pueden emplear su tiempo libre e intercambiar saberes, experiencias y memorias. (I)

Datos de la FAO
Agricultura urbana

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La practican 800 millones de personas en todo el mundo.

Se estima que hasta un 15% de la alimentación mundial es producida por medio de la agricultura urbana.

El 70% de los hogares urbanos de los países en vías de desarrollo participan en actividades agrícolas.

Esta producción doméstica puede aportar hasta el 60% de las necesidades alimenticias de una familia.