Las islas Galápagos inspiraron a Charles Darwin para su famosa teoría de la evolución, pero hay científicos que temen que algunas de las especies que el investigador británico observó no sean capaces de adaptarse a los nuevos desafíos medioambientales.

Los expertos sostienen que la introducción de parásitos foráneos, como el que causa la malaria, y el aumento de la frecuencia de los eventos climáticos generados por el fenómeno El Niño –algo que atribuyen al calentamiento global– pueden empujar a las aves de Galápagos a la extinción.

“La situación es precaria”, dice a la BBC Patricia Parker, experta en estudios zoológicos de la Universidad de Missouri St. Louis (UMSL), EE.UU.

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“Particularmente para especies como el pingüino de las Galápagos, que vive en poblaciones muy pequeñas”.

Como antecedente, los parásitos foráneos han provocado extinciones masivas en Hawái, que ha perdido hasta el 30% de sus aves endémicas.

Hasta ahora, las islas Galápagos habían evitado tal destino, pero Parker, quien ha participado en un estudio sobre malaria aviar en el archipiélago, cree que es solo cuestión de tiempo antes de que el virus acabe con alguna especie.

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La enfermedad ya es prevalente en el pájaro conocido como reinita del manglar y en la especie de pingüinos de las Galápagos, que tiene una población estimada de únicamente 3.000 individuos.

El parásito que causa la malaria aviar (Plasmodium) requiere pasar por los sistemas digestivo y circulatorio de un insecto picador para reproducirse.

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“Los insectos son los principales portadores del parásito”, explica Parker.

Portadores
Sin embargo, para que el Plasmodium complete su ciclo de vida debe ser transmitido a un ave a través de la saliva del insecto.

“Entonces, el parásito pasa por una fase de multiplicación masiva en el hígado del animal antes de pasar al torrente sanguíneo”, dice la investigadora.

“A partir de ahí, el siguiente insecto que pique y chupe sangre los recoge”.

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Pero no todas las aves son portadoras adecuadas.

“Estamos tratando de identificar qué especies de mosquito son responsables de transmitirlo y qué especies de aves funcionan como depósito de este parásito”, dice Parker.

Tras estudiar 3.726 muestras de 22 aves endémicas, el equipo de Patricia Parker –formado por científicos de la UMSL, del Parque Nacional Galápagos, de la Fundación Charles Darwin y del Zoológico de Saint Louis– cree que el parásito no está completando su ciclo vital en las aves de las islas.

“Pensamos que las aves nativas de Galápagos no forman parte del ciclo de transmisión”, explica la bióloga.

“Se han infectado, pero no permiten que el parásito complete su ciclo”.

La atención se centra ahora en las aves de corral, la garza ganadera y el garrapatero aní, una especie que probablemente fue traída por los granjeros locales porque quita las garrapatas al ganado.

“Si descubrimos que alguna de las especies introducidas es responsable de la transmisión de este parásito potencialmente peligroso, entonces el Parque Nacional Galápagos considerará si quiere impulsar su erradicación”, dice Parker.

“Hay una sensación de urgencia sobre este tema porque es solo cuestión de tiempo hasta que una de las aves endémicas se convierta en portadora eficaz. Todas las relaciones entre parásito y portador evolucionan”, recalca.

Los científicos sospechan que un mosquito foráneo actúa como portador principal y, si eso se confirma, las autoridades también considerarán tomar medidas para erradicarlo.

El año de El Niño
Sin embargo, preservar las especies nativas puede no ser tan fácil: los científicos dicen que es probable que el calentamiento global aumente la frecuencia de los eventos climáticos relacionados con El Niño, que pueden tener un efecto devastador en la vida silvestre de Galápagos.

“En los eventos El Niño de 1982 y de 1997 la población de pingüinos se redujo a 300 y 400 individuos, respectivamente”, dice Gustavo Jiménez, veterinario de la Fundación Charles Darwin.

“El incremento de la frecuencia del evento El Niño puede suponer que no haya tiempo suficiente para que las especies afectadas se recuperen, lo que puede llevar no solo a que sus poblaciones lleguen a números muy bajos, sino posiblemente a la extinción”.

El fenómeno El Niño revierte la corriente de Humboldt, que trae agua fría y rica en nutrientes desde la Antártica.

“En su lugar lo que llega a las islas es agua ecuatorial cálida”, por lo tanto, cae en picada el número de las aves que dependen de la vida marina”, explica Parker.

Los científicos temen que los eventos futuros de El Niño, sumados a un brote de malaria aviar, releguen a especies como los pingüinos y los cormoranes de las Galápagos a los libros de Historia.

“Es posible que en una situación con presiones medioambientales múltiples –menos alimento, condiciones climáticas extrañas, etcétera– estas infecciones de Plasmodium sean mucho más dañinas de lo que parecen ser en circunstancias más benignas”, explica la bióloga estadounidense.

Los científicos están experimentando con programas de reproducción en cautiverio para aumentar la población.

“Las islas Galápagos no han sufrido la extinción de ningún ave y queremos que siga así... Necesitamos encontrar respuestas ahora, cuando aún podemos hacer algo al respecto, antes de que Galápagos se convierta en otro Hawái”, concluye Parker.

 

Especies: Al límite
El pinzón del manglar

La preocupación también crece por el destino del pinzón del manglar, un ave en peligro crítico de extinción que ha sido devastada por una mosca invasora.

“En el 2013, el 37% de los polluelos de pinzones del manglar murió a causa de la Philornis downsi”, dice la conservacionista Francesca Cunninghame, de la Fundación Charles Darwin.

“Es una pérdida que no puede sostenerse en una población tan reducida como la de los pinzones del manglar. En el mismo año solo hubo catorce parejas reproductoras”.