“Nosotros los GDO X les comunicamos que…” y continúan con un discurso muy bien hilvanado que habla sobre la justicia para los pobres, la distribución de recursos y la posibilidad de entregar un manual para mantener la paz. Amenazan al presidente con una guerra civil para lo cual están preparados si no se toman en cuenta sus peticiones y sus consejos. Nosotros los GDO, es casi como decir nosotros los PHD. Están orgullosos de serlo. El video recorre las redes, generando todo tipo de comentarios.

Su aparente rival saca otro video, reclaman ser delincuentes, exigen cambios sociales. Ellos los ‘adalides’ de la justicia. Mientras, en una comunidad cercana los tiros al aire resuenan festejando la fuga del delincuente más buscado.

Hoy los guardias y guías tomados como rehenes en varias cárceles, leyendo un manifiesto y pidiendo por sus vidas, sacuden aún más nuestras conciencias y agregan elementos a la angustia colectiva.

En este ambiente en que las palabras parecen vacías de contenido, recuperarlas es una tarea importante. Las palabras engendran acciones, son portadoras de vida, a veces de muerte. No se puede construir paz cuando se declara la continuación de las mismas actividades que han llevado el país al precipicio en que está.

¿Qué hacer? La pregunta nos la hacemos casi todos. Muchos se van, dejan sus casas, sus amigos, sus barrios y buscan lugares más seguros, otros se encierran tras las rejas, la mayoría calla y se esconde.

Muchos buscan en Dios consuelo y fuerza. Curiosamente los GDO también lo hacen. Lo que deja claro que no basta decir Señor, Señor, ni que rezarle sea garantía de bondad.

Existen prisiones que no cumplen su finalidad, pero los ciudadanos de a pie estamos convirtiendo en prisiones los barrios, ciudadelas, cuadras.

En algunos sectores son las bandas que marcan su territorio con barreras y guardias que permiten la entrada y salida de sus habitantes, las horas en que pueden hacerlo y con quien. Funcionan como municipios paralelos, cobran prediales, dan permisos de negocios, organizan fiestas, cobran impuestos e imponen normas de convivencia en sus dominios.

En el resto de la ciudad, casi todos los barrios quieren tener rejas, y se ha establecido una pugna entre la ciudadanía y el Municipio. Por un lado, está la necesidad de seguridad; del otro, conservar el espacio público y la libre circulación. Ambos tienen razón y ambas necesidades crecerán exponencialmente, ¿cómo transformarla para bien?

Es importante recuperar espacios y transmitir de alguna manera alegría de vivir. Ya que están organizados para ese fin, sería interesante realizar actividades que no cambian la realidad en sus causas ni en sus manifestaciones, pero requiere la participación de las familias y los moradores. Por ejemplo, hacer un concurso de las rejas más bellas, más innovadoras, mejor pintadas y conservadas. Convertirlas en jardines colgantes, en motivo de visitas: la ruta de las mejores puertas. Las más bellas. Hacerlas muros de opinión de temas no políticos que inquietan a la ciudadanía. La eutanasia podría ser uno de ellos. Hacer de ellas el soporte creativo de las noticias del sector.

Hay posibilidades que, aun siendo parches, generan cambios, pues domestican el miedo. (O)