Mons. Luis Cabrera, que se encuentra en Roma en la reunión de obispos, me hizo llegar un video con un mensaje que corresponde a una marcha de mujeres, conmovedor, interpelante. Miles de mujeres hebreas, musulmanas, cristianas, palestinas, caminan juntas en Israel por la paz. Y pone un mensaje: la cantante israelí Yael Deckelbaum canta la canción Prayer of the Mothers junto a mujeres y madres de todas las religiones, mostrando lo que la música puede cambiar. Un milagro todo femenino que vale más que mil palabras.

El movimiento Women Wage Peace, mujeres activas por la paz, surgió durante la escalada de violencia entre Israel y los palestinos en 2014, hace 9 años. Hoy día con una guerra mucho más violenta ¿las mujeres podrán alzar la voz y cantar en medio de tanta zozobra y tantas vidas segadas? ¿Serían eficaces en medio de tanto terror y sufrimiento?

La canción habla de cotidianeidad, porque la paz, entre otras muchas cosas es la alegría de las cosas sencillas vividas con la admiración del descubrimiento primero: las maravillas del viento, la comida, el sonar de un tambor, las preguntas de un niño, el beso de los enamorados.

“Un susurro de viento del océano, está soplando desde lejos. Y la ropa colgada está golpeando la sombra en las paredes. Entre el cielo y la tierra, hay personas que quieren vivir en paz. No te rindas, sigue soñando en la paz y la prosperidad. ¿Cuándo se derretirán las paredes del miedo?”.

Preguntas parecidas, en otro contexto, son las nuestras. Acabamos de pasar por las elecciones que han polarizado el país, ya de por sí sumido en múltiples divisiones internas, por cultura, por opciones políticas, por regiones geográficas, a lo que se suman el miedo, la inseguridad, las mafias, los grupos de delincuencia organizada, GDO. (¿No les llama la atención que los que oficialmente se reconocen organizados y lo dicen con orgullo como carta de presentación son los delincuentes?).

La ciudadanía no solo debe esperar y pedir, tiene que sumar... y enfrentar los problemas que tiene.

Cada voto representa, además de una elección, un sueño y una pasión, una esperanza. Votamos con emoción, con sentimientos. Por eso, además de aceptar los resultados hay que respetar a las personas que se sienten perdedoras, dolidas y desorientadas. Es hora de una tregua. Es excelente el tono conciliador en las primeras declaraciones de los actores políticos, por lo menos de los que viven en el país.

Necesitamos un levantamiento emocional, ético, político, social, para hacer frente a la debacle y unir esfuerzos en un proyecto común que supere las ideologías. Necesitamos juntos hacer frente al miedo que nos enmudece, al encierro, a la tristeza y a la desesperanza. Nos esperan probablemente inundaciones y otras catástrofes naturales, podemos prevenirlas en parte, pero la naturaleza es más fuerte que nosotros, en general.

En cambio, la corrupción que nos corroe, las vacunas que nos inmovilizan, la inseguridad, la violencia insoportable, el desempleo, el narcotráfico, la corrupción pública generalizada, la falta de salud y educación, el acecho del narcotráfico, el sicariato, la falta de trabajo, a esas y otras problemáticas sociales debemos hacerles frente juntos.

La ciudadanía no solo debe esperar y pedir, tiene que sumar, concertar y enfrentar con audacia los grandes problemas que tiene. (O)