Las acciones derivadas de la declaratoria de que Ecuador está en conflicto armado interno se realizan sin parar, sin embargo, no hay que esperar que en dos meses se solucione un problema de años. Es probable que sea un camino largo y difícil, pero no imposible.

Hoy hay que afrontar los hechos: extorsiones, secuestros, asesinatos, destrucción de bienes, robos, explosiones, desafíos a la autoridad, corrupción en las instituciones; y hay que hacerlo con decisión y profesionalismo y dentro de lo que permite la ley. Pero, además, y a pesar del repetido dicho de que el pasado es pasado y no hay que mirar atrás, hay que hacerlo si queremos construir el futuro, pues lo que ocurre tiene causas, raíces del pasado que se mantienen en el presente y perdurarán mañana si no se toman hoy decisiones que las eliminen para siempre.

La tormenta pasará

Así como hoy reclamamos unidad para eliminar la delincuencia organizada, la necesitamos también para exterminar las causas que facilitaron que el delito, la crueldad y el desprecio por la vida echen raíces en nuestro país. Tampoco será fácil, porque algunas de esas causas, lamentablemente, están en la estructura social, económica, política y cultural.

El cambio necesario exige mucho, solo hace falta mirar más allá de nuestra realidad individual y nuestros intereses particulares: familias con hambre, niños sin escuela, ancianos sin protección, adultos sin trabajo, enfermos sin curación, políticos trepadores con intereses particulares y partidistas, coimadores y coimados, algunos jueces sin respeto por la justicia, aceptación de las personas por lo que tienen y no por lo que son. En definitiva, la puerta abierta para que se instale con comodidad el dinero ilegítimo y sus consecuencias destructoras. ¿Nadie se dio cuenta? ¿Nadie lo vio?

Estado, política y guerra

Esto no es reciente, la semilla prendió, se propagó y como planta trepadora fue cubriendo los espacios fundamentales del Estado. Al paso, encontró la realidad y ofreció el dinero fácil, extendió sus ramas hasta debilitar la institucionalidad y pintó el paraíso a quienes nada tienen, muchos de los cuales arriesgan su vida y la de otros, viven con sobresalto, huyendo, ocultándose, adquiriendo bienes y obedeciendo órdenes, y cuyo destino final, muchas veces, es morir a manos de rivales en el negocio ilícito, la cárcel o seguir huyendo.

Es urgente que, así como se ha tomado una decisión destinada a erradicar los hechos que están destruyendo el país y hay un trabajo conjunto de las fuerzas del orden y el respaldo mayoritario de la ciudadanía, se designe un grupo responsable de proponer la estrategia adecuada y coordinar una tarea común, incluyendo a instituciones de la sociedad civil, para iniciar el cambio que ofrezca mejor calidad de vida para todos. Cuanto antes, ahora.

Hay que evitar que vuelva a prender la semilla, actualizar la preparación de los maestros para lograr la educación en valores, de la que tanto hablamos y ¿por qué no replantear la Escuela para padres? Y mientras se preparan los jóvenes, trabajemos todos en poner las bases de un nuevo país, en el que la realidad mencionada no tenga cabida y no haya tierra fértil para la deshonestidad, el delito y el desprecio a la vida. (O)