Cuando hablamos de la brecha de género en el mercado laboral necesariamente debemos referirnos a Claudia Goldin, quien fue galardonada con el Premio Nobel de Economía a finales del año pasado, al mismo tiempo en que el Foro Económico Mundial reveló que la humanidad necesitaría 131 años para cerrar las brechas económicas entre hombres y mujeres.

La doctora Goldin, a través de su investigación económica que incluye un periodo de casi 200 años, desmiente el mito de la existencia de una relación directa entre el crecimiento económico y la reducción de la brecha de género. Señala que existen otras variables sociales, culturales y de desarrollo científico-técnico que determinan el aumento o reducción de la desigualdad de género. En su libro Understanding the gender gap – An Economic History of American Women (Entendiendo la brecha de género, una historia económica de las mujeres estadounidenses), identifica que hay dos motivos que impulsaron la incorporación de la mujer en el mercado del trabajo: la educación y el acceso a la píldora anticonceptiva. Estos dos factores facilitaron a las mujeres desarrollar una carrera laboral, que a su vez dio lugar al surgimiento de la brecha salarial, manifestada principalmente con el nacimiento del primer hijo o hija.

Goldin, profesora de Harvard, en su libro Career & Family: Women’s Century-Long Journey toward Equity (Carrera y familia: el viaje de un siglo de las mujeres hacia la equidad), niega que el origen de la brecha de género fuese únicamente la discriminación; sustenta que en los trabajos administrativos y de servicios las empresas tienden a valorar más el tiempo que los empleados están en los puestos de trabajo y no necesariamente a los más productivos. “Los hombres están desproporcionalmente más disponibles para cumplir largas jornadas laborales, mientras que las mujeres están desproporcionalmente más disponibles para las tareas del hogar”. Señala que las mujeres siguen ganando menos que los hombres a pesar de tener un mayor nivel de estudios, y prefieren el trabajo a tiempo parcial para conciliar trabajo y familia, o la división desigual del trabajo doméstico entre hombres y mujeres, siendo esta una preferencia muy intuitiva para la gran mayoría de mujeres.

Otro aporte pionero y desafiante para los diseñadores de política pública y empresarial en materia laboral lo podemos rescatar en su libro Women Working Longer: Increased Employment at Older Ages (Mujeres que trabajan más tiempo: mayor empleo a edades más avanzadas), una investigación que revela nuevos hallazgos sobre la oferta laboral en la vejez, cuando factores como el divorcio entre personas adultas, la debilidad financiera de los hogares consolidados y las bajas pensiones de jubilación obligan a la mujer a mantenerse competitiva a través de la experiencia laboral, la educación continua y la innovación tecnológica.

La brecha de género en el mercado laboral no solo es cuestión de justicia social, sino también es una cuestión de eficiencia económica, donde una mayor igualdad de género permitiría a la mujer tener una representación más digna en la construcción de la prosperidad compartida. (O)