Todo el Ecuador está sumido en lo que podría llamarse ‘la ley del miedo’. La paz se perdió en el recoveco de la infinita negligencia. El desasosiego, la zozobra y los desvaríos se apropian de la sociedad, inducidos por los constantes peligros que no permiten el desempeño normal de actividades cotidianas.

Cuando nos preguntamos ¿por qué llegamos a esto?, hay quienes desaprensivamente justifican lo que está aconteciendo y se remontan a cierto periodo de un mandato que hubo. Algunos esgrimen que lo que hoy sucede es porque se le terminó el permiso de los estadounidenses en la Base en Manta y no fue renovado, y se sacó la Base.

Al actuar como el avestruz dilatamos la realidad, la objetividad de las soluciones para alcanzar una conclusión y se extenderá bajo la capa sigilosa, la impunidad; adquirirán más fuerzas las modalidades delictivas como el sicariato, el secuestro, la extorsión (‘vacunas’), etc.

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Da miedo salir a trabajar, ir de compras...; da pánico encontrarse con dos personas en una moto; tomar un taxi; viajar o salir por las noches; usar un bus de cooperativa de transporte; subirse a un colectivo; terror ir a un restaurante, a la discoteca, cine, concierto; da miedo abrir la tienda, el almacén, ir a la peluquería, que lo mate una bala perdida. Existe miedo ya que los delincuentes se disfrazan de policías, militares.

Los alcaldes, jueces, fiscales, notarios, candidatos, abogados, empresarios, comerciantes, familias, etc., tienen miedo. He recordado una vieja película titulada El salario del miedo.

Los que no tienen miedo son los delincuentes, cuando antes era lo contrario. Los estados de excepción, el porte de armas, no han cumplido efectos.

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Solo quedan acciones que han sido postergadas, trabajo, educación, salud, real atención en las instituciones del Estado, respeto entre los ecuatorianos. (O)

César Jijón Sánchez, Daule