El día 29 de septiembre se celebra el día contra los ensayos nucleares, acorde a las Organización de las Naciones Unidas.

La humanidad se estremeció con las pérdidas humanas producidas por las dos bombas arrojadas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945. La detonación mató e hirió al instante a más de cien mil personas, entre militares y civiles.

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La bomba atómica con el uso del uranio 235 logra la fisión nuclear mediante el bombardeo de neutrones, provocando una explosión en cadena. La bomba de hidrógeno o termonuclear fusiona pequeños átomos que forman otros más grandes y tiene potencial mil veces más poderosa que la atómica, según expertos nucleares.

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Los Estados Unidos, el Reino Unido, la Unión Soviética, Francia, China e India son los países que han realizado ensayos nucleares en estas últimas décadas. Sudáfrica es el país que desmanteló su arsenal nuclear en 1991, luego de lo cual se propuso una moratoria sobre estos terribles ensayos. Sin embargo, se rompió la moratoria por parte de India, Pakistán y Corea del Norte. El tratado TPCEN, o prohibición completa de armas nucleares, se fundó en 1996 y el régimen de verificación IMS monitoriza señales de explosiones nucleares a nivel mundial.

En cuanto a los efectos que estas bombas producen son ondas explosivas, ondas térmicas, ondas radiactivas e impulsos electromagnéticos. Además, alteraciones ambientales y cambios climáticos. En los humanos los efectos inmediatos de la radiación causan la muerte o lesiones en la médula ósea, cerebro y aparato gastrointestinal. Entre los daños a largo plazo se ha comprobado la supresión del sistema inmunitario y la vulnerabilidad a infecciones, cánceres y depresiones psíquicas.

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El grupo de gestión de la Organización Mundial de la Salud, la Organización de las Naciones Unidas y otros grupos de investigación informaron en 1981 sobre los efectos inmediatos y a largo plazo de las explosiones en Japón. A pesar de esto, no ha cesado la producción de arsenales nucleares en todo el mundo, que atentan a la seguridad, la salud y el medio ambiente. Por último, si se cumple el acuerdo se necesitará personal experto en el cierre de las instalaciones y eliminación de los desechos radiactivos.

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El grito universal es “¡queremos paz!”. (O)

Guillermo Wilfrido Álvarez, médico, Guayaquil