Una buena parte del subcontinente ha venido agitándose por cuestiones políticas, económicas o sociales. En muchos casos se sabían de fallas estructurales pero no se tomaron los recaudos y, en otros, la historia ha sido pródiga en ejemplos incluso dramáticos que han terminado mal pero en todos los casos siempre se ha llegado tarde para evitarlo o para resolverlo. Los chilenos sabían de los niveles altos de desigualdad pero ni socialistas ni derechistas tomaron los recaudos hasta que incendiaron el país. Los bolivianos de Evo Morales saben muy bien en qué termina la historia cuando roban la voluntad del pueblo pero insisten en no someterse a la segunda vuelta porque creen que eso sería debilidad del actual gobernante y alto riesgo de perder el poder. Tarde lamentarán las consecuencias de no haber respondido en tiempo y en forma ante una ola que amenaza con convertirse en tsunami.

Achacable quizás a la juventud del subcontinente o al hecho de echar mano a  soluciones que exponen a perder el poder, lo cierto es que cuanto más tarde se resuelven las fallas en el cimiento de nuestras estructuras, más lamentaremos sus consecuencias. Que la pobreza no es recibo en países ricos, como Argentina o Venezuela, no requiere de mucha agudeza el tomar nota del mismo. Macri no midió el crecimiento de un lumpen que con solo mirar tras las ventanas de la casa de gobierno le hubiera devuelto una realidad que acabó con sus ansias de reelección. Esperaba tontamente que el 10% de más  pobres no le pasaría la factura y se equivocó. No se animó, no quiso, no pudo... solo él podrá evaluar con rigor las razones del retorno de los mismos brujos que hundieron a país en la corrupción y la marginalidad y que hoy vuelven al poder sobre la base de su fracaso.  Tarde entendió lo que debería haber hecho y hoy llora su derrota.

En Chile, un acorralado Piñera sabe muy bien el problema de su país porque este es su segundo mandato y así como con Lagos o Bachelet son los grandes responsables de no haber tomado las medidas para precautelar los ingresos de sus mandantes, que con furia y congregados en la manifestación más grande de su historia les dice que algo grande debe cambiar en un país donde desde hace mucho tiempo crecimiento claramente no ha sido igual que desarrollo. Tarde ha llegado con el mensaje y con el cambio de sus ministros. Lo que debe cambiar es su mirada en torno a la realidad, la que debe ser alterada de manera profunda y con la que se empeñan tozuda y tontamente de ignorarla hasta que una chispa termina por incendiarlo todo.

La gran conspiración contra la democracia es la que los gobernantes ciegos, sordos y mudos perpetran ante la realidad social que se empeñan en ignorarla. Son ellos los únicos responsables de unas democracias que han perdido sentido para una gran mayoría y que los mandatarios aun creen que porque van a comicios regularmente demuestran su legitimidad e importancia. Deben aprender que los tiempos actuales no esperan y que cuando más tarde se resuelven los dramas de la gente, más se presiona para una salida cruenta con altísimo costo para todos. Los bolivianos van a pagar la manipulación electoral de Evo Morales, y este, cuando eso ocurra, se preguntará tontamente: ¿por qué?

Hay que tomar las acciones correctivas antes que sea demasiado tarde, ese es el mandato y la consigna sobre las urgencias de nuestra América Latina actual. (O)