Son muchos los angelitos que llegan a este mundo para despertar el amor, la ternura, la solidaridad, el cuidado, la alegría en las familias y en sus entornos. Basta que nos regalen una mirada o un gesto sencillo de afecto para sentir un gozo muy profundo y distinto.

Sus logros y aprendizajes, por pequeños que parezcan, son motivo de gran orgullo, satisfacción y entusiasmo.

En muchos casos plantean un desafío constante para la ciencia médica y para sus abnegadas madres que asumen los retos con valor incomparable, entrega y sacrificio sin límites.

Son valientes en el sufrimiento, y quien ha tenido cerca uno de estos angelitos especiales, sabe cómo algunas ocasiones saben padecer con un valor increíble, adaptándose con rapidez a los tratamientos, porque sus cuerpos no se acomodan fácilmente en este mundo, como les ocurre a todos los seres celestiales, porque pertenecen al cielo, no a la tierra.

Cuando sonríen estos angelitos tienen una expresión inolvidable, especialmente dulce que involucra todo su rostro y hasta el cuerpo causando conmoción profunda. Será por eso que alrededor de ellos siempre tratamos de arrancarles sonrisas que no niegan aun en momentos de dolor.

Ellos también pueden disgustarse o ponerse tristes porque como no pertenecen a este mundo no siempre los comprendemos… Ellos nacen con el secreto de obtener lo mejor de las personas y también de desarrollar habilidades increíbles en sus progenitores y familiares.

Su mirada suele ser muy franca porque no tienen dobleces, ni malicia… Parecen ver más allá de lo visible, más allá de la superficie, sin juzgar, sin condenar… con la pureza propia de los ángeles.

Cuando deciden regresar a su mundo lo hacen con delicadeza y hasta nos preparan para su despedida poco a poco. Quieren volar para ir a encontrar su verdadero lugar. Es tan difícil conformarse, decirles adiós y dejarlos volar…

El mejor aliento es la esperanza y la certeza de la fe porque estarán, sin duda alguna, totalmente felices, sin dolencias físicas, sin limitaciones…

Cuánto tenemos que agradecerles, por tanto amor que dejan en los corazones de sus familiares y de quienes los conocieron un poco.

Es natural que a sus padres y familiares cercanos les duela la separación. ¡Cómo no va a doler esa despedida!

Aprender a vivir sin ellos, no tenerlos cerca, no verlos, no escucharlos, no poder sentir su cariño, su ternura, constituye un proceso difícil y doloroso.

Pero queda siempre el amor y la gratitud sincera y profunda, por la dignidad que emanaban, por esa presencia cautivadora, por inspirar tan lindos sentimientos, por amar y disfrutar tanto de cosas tan sencillas, por ser tan amorosos y cariñosos.

Volarán muy alto, estarán completamente felices en el coro de los ángeles disfrutando a plenitud la música celestial y, sin lugar a dudas, seguirán entregando su cariño a todos los suyos y serán en adelante los guardianes oficiales, más celosos, de sus familias.

Serán siempre la luz para los suyos, el referente familiar más importante del amor de Dios. (O)