Uno de los misterios más complejos de desentrañar en este momento es la ubicación política de las huestes que apoyaron entusiastamente a Correa y su revolución sin ciudadanía. La desafiliación de Alianza PAIS, determinada por el líder, amenazaba con convertirse en el punto final de la ruptura interna. Esa decisión, que debía constituir la separación nítida entre correístas y morenistas, solamente fue seguida por un pequeño grupo de sumisos seguidores. El terremoto que debía remecer al bloque legislativo no marcó ni un grado en la escala del desastre político. Solamente tres de los treinta y uno que se ausentaron en la elección vicepresidencial estuvieron entre quienes siguieron el ejemplo del jefe máximo. Los veintiocho restantes siguen perteneciendo, por lo menos formalmente, a AP, con lo que se presenta un enigma que posiblemente se resolverá después de la consulta.

Lo único que está claro es que el movimiento ahora está legalmente bajo la tutela de Lenín Moreno. Por ello, uno de los núcleos del enredo es la motivación que lleva a que esos asambleístas correístas se mantengan en una organización que es vilipendiada y, como corresponde a la lógica binaria que siempre los ha guiado, ya cruzó la línea hacia el espacio de los traidores. Es posible que les mueva el interés de dar la pelea en el interior para desgastar con mayor efectividad a Moreno. Pero también cabe la posibilidad de que el objetivo tenga menos contenido político y más ingredientes de carácter personal. Mientras no esté definido el ganador absoluto de la disputa interna –podrían reflexionar– no vale la pena jugarse el todo por el todo. Mejor esperar a que las aguas se aclaren y asegurar el puesto, los recursos y la carrera política. Al fin y al cabo, solo es cuestión de un par de semanas. Los asambleístas no pueden seguir el camino de Fernando Cordero, que combina hábilmente la desafiliación con la continuación en el puesto, porque en su función deben hacer explícito su alineamiento en cada votación y en cada declaración.

El rompecabezas es más complejo cuando se lo ve desde la óptica del entorno del presidente Moreno. Allí deben estar hecho nudo por desentrañar quién es quién en las filas de AP. Aunque en la votación vicepresidencial sumaron cuarenta votos, deben recordar que buena parte de ellos, si no todos, han votado en muchos temas trascendentales para el Gobierno, conjuntamente con los que se ausentaron. Son muy pocos los que han apoyado decididamente el combate a la corrupción y menos aún los que han permitido que las comisiones hagan su trabajo de fiscalización. Contar las cabezas o, más precisamente, las manos alzadas, no arroja ningún resultado confiable para el Gobierno.

Seguramente la consulta, con todo el riesgo que implica, ofrecerá la solución. Por el momento, la única pista clara la ofreció la salida vandálica de los correístas del local de la avenida de Los Shyris. Se vio que la consigna es dejar tierra arrasada. Puede ser anuncio de lo que sucederá si triunfa el SÍ en la consulta. (O)