Cuando nos encontramos con un libro antiguo que en algún momento nos sedujo, es imposible vencer la tentación de volver a abrirlo. Me acaba de ocurrir con Sobre el amor, de José Ortega y Gasset, una recopilación de ensayos sobre el tema que va más allá de la relación romántica. Es la segunda edición, lo abrí al azar, con nostalgia de cuando el filósofo español ocupaba parte de mi tiempo universitario.

La página era la 370 y me pareció interesante compartir con ustedes el texto que encontré. Les ofrezco disculpas por la larga cita: “La Humanidad solo tiene de mayúscula la hache con que la decoramos tipográficamente. La genialidad mayor se estrella contra la fuerza ilimitada de lo vulgar. El planeta está, al parecer, fabricado para que el hombre medio reine siempre. Por eso lo importante es que el nivel medio sea lo más elevado posible. Y lo que hace magníficos a los pueblos no es primariamente sus grandes hombres, sino la altura de los innumerables mediocres. Claro es que, a mi juicio, el nivel medio no se elevará nunca sin la existencia de ejemplares superiores, modelos que atraigan hacia lo alto la inercia de las muchedumbres. Por lo tanto, la intervención del grande hombre es solo secundaria e indirecta. No son ellos la realidad histórica, y puede ocurrir que un pueblo posea geniales individuos, sin que por ello la nación valga históricamente más”.

Antes de plantear mi interés en compartir con ustedes este texto, vale la pena aclarar que el autor no usaba la palabra mediocre en el sentido peyorativo que hemos escuchado tantas veces en los últimos años sino, simplemente, en el de calidad media. Lo interesante de su planteamiento es que nos induce a pensar que un país que quiere elevar su nivel de humanidad, que es lo que importa, no debe olvidar que quienes lo construyen día a día no son los “grandes hombres”, y que para que crezca es importante elevar el nivel del hombre medio.

Ortega y Gasset añade, sin embargo, que también se necesitan “modelos que atraigan hacia lo alto la inercia de las muchedumbres” pero, otra vez, es el nivel alto de los ciudadanos el que le permitirá identificar a esos “ejemplares superiores”, sin confundirlos con los falsos mesías, convencidos de que solo ellos pueden salvar a la nación. Si el autor español tenía razón, la labor prioritaria en un país es la elevación permanente de su nivel educativo, lo que no se conseguirá sin una formación excelente y exigente de los maestros.

Ortega fue uno de los mayores exponentes españoles de la filosofía en la primera mitad del siglo XX. A él se debe la frase que mucho se repite de manera incompleta: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo”. De manera que, aunque usamos la primera parte para justificar algunos de nuestros comportamientos, es necesario recordar la segunda, debemos “salvar” la circunstancia que es lo que está en torno al ser humano, lo social, lo geográfico, lo ecológico, lo histórico, lo cultural, lo ético y, aunque sea por egoísmo, fijémonos en la afirmación si no “no me salvo yo”. Esa es la tarea. (O)