Las autoridades de tránsito a nivel nacional, provincial y municipal han prohibido ya, o se aprestan a hacerlo, el uso de las plataformas de transporte urbano Uber y Cabify. Lo hacen presionados por los gremios de taxistas “legales” que consideran que estos modernos instrumentos informáticos constituyen una competencia desleal para su negocio que, como sabemos los ecuatorianos, oscila de lo malo a lo peligroso. Orgullosísimos los funcionarios, como si creyeran que la ciudadanía aplaude estas acciones, muestran los automóviles detenidos por el uso de estos sistemas ahora ilegalizados. Cuando se trata de detener a taxis “legales” que no usan taxímetro no muestran tanta diligencia.

No puedo entender la ceguera de las autoridades y dirigentes gremiales que aúpan tal proscripción. Su avaricia, pereza y falta de imaginación los mantiene enfangados en el pasado y quieren arrojar a la sociedad ecuatoriana a la misma condición. ¿Por qué no negociar fórmulas mutuamente convenientes de asociación con estas empresas? O ¿por qué no desarrollar su propia plataforma? No creo que sea imposible. O, ¿por qué no crear un sistema que sin tanta sofisticación tecnológica, ofrezca iguales condiciones de precio, eficiencia, seguridad y confort que las plataformas que se quiere erradicar? Tampoco parece algo inalcanzable. Cualquiera de estas posibilidades se debería adoptar en un marco de libre competencia, en el cual el usuario, es decir el ciudadano común, o sea todos, podamos escoger la mejor oferta. Pero no, estas soluciones suenan muy complicadas para la desidia pueblerina de dirigentes y funcionarios. Más político es imponer una prohibición para complacer a los capitostes de la transportación. ¿Y el consumidor? ¡Que se apañe en carros sin cambio para el vuelto, música insoportable y taxímetros que aparecen y desaparecen!

Las plataformas son una ventana al futuro, son los primeros pasos a cambios tecnológicos en la transportación, que la transformarán tan radicalmente como ocurrió con las telecomunicaciones en las dos últimas décadas. Las empresas proveedoras de estos sistemas, junto con gigantes informáticos como Google y Apple están trabajando en soluciones mucho más avanzadas. El CEO de Daimler Benz ha dicho que su principal competencia ya no serán otros fabricantes de automóviles tradicionales, sino el especialista en vehículos eléctricos Tesla y otras empresas con innovaciones de punta. El año entrante ya funcionarán, en las sociedades más adelantadas y abiertas, servicios de taxis autónomos, manejados enteramente por computadora. Carros silenciosos y limpios, contratados a través de tarjetas, que llegarán solos a la dirección indicada y transportarán con riesgos de accidentes 100 veces más bajos. Estos sistemas podrían volver obsoleta la costosa aspiración del automóvil propio, con lo que las ciudades funcionarían con un 90 por ciento menos de vehículos y los parqueaderos se transformarían en jardines. Mientras tanto, en Ecuador seguiremos soportando a los señores feudales de la transportación, sometidos a usos y abusos propios del siglo pasado. ¿En dónde estaríamos si los presidentes que construyeron el ferrocarril hubieran accedido a los reclamos de los arrieros de mulas que sostenían que esa máquina les iba a quitar sus empleos? (O)