Hemos insistido desde hace tiempo en la necesidad de repensar las políticas laboral y tributaria para reactivar la economía. Apoyando la eliminación del “anticipo” del impuesto a la renta, del impuesto del 5% a la salida de divisas y las “salvaguardas arancelarias”. No hubo acogida y, además, se le impuso a la ciudadanía más sacrificios a su economía con nuevas contribuciones.

Como consecuencia llegó la recesión, se incrementó el desempleo y la desesperanza. La reciente encuesta de Market, en Guayaquil y Quito, reveló que la gran mayoría de ecuatorianos (83,25%) cree que la situación general del país ha empeorado en los últimos 3 meses. La disminución de las recaudaciones del IVA y del impuesto a la renta lo confirman. Con las alarmantes noticias sobre la falta de empleo, empiezan a manifestarse casos de depresión y suicidio (en esta semana, en Guayaquil, un desempleado en estado de depresión asesinó a su pareja, a 4 hijos e intentó suicidarse).

El competir por un empleo con miles de personas puede incrementar esa desesperanza. Basta imaginar a más de 11.000 personas que aplicaron a 150 plazas laborales en la ATM (Autoridad de Tránsito Municipal) en Guayaquil. Los hombres somos más propensos a sufrir problemas de salud mental en un contexto de recesión económica, como el que afecta al Ecuador. Esas posibilidades están más presentes en ciudades de la Costa, donde la burocracia no está en capacidad de absorber a los desempleados.

No obstante el clamor por el desempleo y ante la propuesta del candidato Lasso para revertirlo, se ha generado alguna opinión contraria a la eliminación o disminución de 12 impuestos. Simplemente se especula que tal vez los empresarios no invertirían en nuevas fuentes de empleo, aquellos recursos que dejará de recaudar el Estado con la eliminación o disminución dichas; olvidándose quizás que a pesar de no ocurrir dicha inversión, la disminución de impuestos en gran medida aliviaría al consumidor en esta carestía.

No resulta lógico pagar un impuesto “verde” progresivo por vehículo usado, si el ciudadano común está impedido de adquirir un vehículo nuevo por el alto costo de aranceles y recargos. ¿No sería mejor recortar el gasto público innecesario, y situarlo acorde con la capacidad del contribuyente? ¿No es acaso más regresivo a los derechos cobrar anticipos de impuesto a una inexistente renta? ¿Cómo redistribuir riqueza aún no generada; y, sobre todo, cuando la que había se consumió con el dispendio o se la llevaron los funcionarios corruptos? Mantener la actual carga impositiva solo permite redistribuir pobreza. Es lo que aflora de la elemental lógica y la vemos en Cuba y Venezuela.

Por lo anterior, pedimos a los aspirantes al solio presidencial y a las curules de asambleístas pronunciarse sobre la necesidad de una reforma laboral sensata que devuelva competitividad y atraiga nuevas inversiones, concretamente las extranjeras. En la actualidad, contratar un empleado supone excesivos riesgos para los emprendimientos.

Es necesario restituir los contratos a plazo fijo y por horas; disminuir los altos costos de despido, no solamente la carga tributaria. El 77% de las mujeres ocupadas en Holanda trabajan a tiempo parcial. Esta modalidad ha incidido para que se convierta en uno de los países de la Eurozona con menor desempleo (6,8%). (O)