La ideología y la adscripción regional son dos factores que están de vuelta en la política ecuatoriana. La ubicación en la izquierda o en la derecha y el origen serrano o costeño de los candidatos y del electorado serán nuevamente determinantes. Tradicionalmente fue así, hasta el punto de que para definir los binomios presidenciales se requería algún grado de equilibrio en esos aspectos. Tenía que ser así si se pretendía reflejar la diversidad del país. La excepción fueron casi todas las elecciones realizadas a lo largo de los últimos nueve años, comenzando con la de asambleístas constituyentes hasta la de legisladores en el 2013. La causa para ello fue el predominio del liderazgo personalista, que encandiló por igual a izquierdas y derechas, a costeños y serranos. Pero cuando comienza a menguar la estrella del líder, ambos factores vuelven a pesar en lo electoral. Por ello, es altamente probable que, en términos ideológicos y territoriales, la próxima elección se parezca mucho más a las de antaño que a las recientes.

Si esto es así, cabe utilizar esas dos dimensiones para evaluar las posibilidades de los potenciales contendientes. Al hacerlo, dentro del aún opaco panorama electoral se observa que las candidaturas ya van ocupando puestos muy definidos en el eje izquierda-derecha y que hacen cálculos (tanto para conformar los binomios como para las listas legislativas) sobre sus respectivas capacidades para captar votos en cada una de las regiones. En síntesis, se van haciendo visibles las respectivas ubicaciones en el mapa electoral.

En la derecha predomina la candidatura de CREO, con fuerte sesgo costeño y pocas posibilidades de recoger votación más allá del centro político. Su empeño en hacer alianzas con fuerzas de izquierda y en fortalecer su presencia serrana se ha concretado más en la afiliación de personajes que en la coalición con organizaciones. Además, deberá proteger su espacio ideológico y territorial contra contendientes menores, como Bucaram o Noboa, que pueden restarle los votos decisivos para pasar a la segunda vuelta.

Siguiendo su tradición, la izquierda aparece dividida y encerrada en la Sierra. El Acuerdo Nacional por el Cambio se niega explícitamente a pasar más allá del centro y es evidente su debilidad en la Costa. Sin socios en el otro lado del espectro ideológico y con débil votación costeña, muy fácilmente puede quedar fuera del juego presidencial.

Tanto Alianza PAIS como la Unidad podrían romper los límites en ambas dimensiones. La candidatura de AP se beneficiará de un voto duro que proviene de todo el espectro ideológico y de las dos regiones. La Unidad cuenta con socios costeños de derecha (PSC-MG) y serranos de centro e izquierda (Concertación, Podemos, Avanza). Las dudas en torno a AP no apuntan a la capacidad para moverse en las dos dimensiones, sino al volumen de su votación. Sin su líder y con crisis económica, el camino se vuelve empinado. La Unidad, por su parte, tiene aún el desafío de hacer de su nombre una realidad.

Guste o no guste, con estas dos dimensiones retorna la vieja normalidad. (O)