Si usted es un particular y organiza una “pirámide”, será calificado de estafador y hasta tendrá problemas con la ley. Pero si es político y hace lo mismo, estará organizando un “sistema de pensiones solidario” y será alabado como un reformador progresista. Y es que en los sistemas de pensiones de jubilación como el ecuatoriano y la mayoría de los europeos, al aportar a la seguridad social usted no ahorra para su retiro, sino que paga las pensiones de los actuales jubilados. Es la madre de todas las pirámides, se puede pagar en la medida en que entren cada vez nuevos aportantes. Como toda pirámide funciona maravillosamente al principio, quienes cobran están felices. Pero ¿si en un momento determinado disminuyen los nuevos socios? Viene el colapso. Esto sucede con los sistemas previsionales llamados eufemísticamente “solidarios”, cuando la población comienza a envejecer. Por eso, ahora se asustan esos países y proponen aumentar la edad para la jubilación: “Vea, usted tendrá que trabajar 37 años para poder pagar a los que solo trabajaron 35, y sus hijos tendrán que trabajar 40 para pagarle a usted”.

También han tratado de revertir con poco éxito la caída creciente de la natalidad. El envejecimiento de la población es consecuencia indeseada de un proceso deseable, la disminución de la cantidad de seres humanos. Esta merma permitirá algún día recuperar la naturaleza devastada para sostener a crecientes muchedumbres. Se logrará si las parejas tienen cada vez menos hijos, lo que genera otro efecto positivo, la integración de la mujer en todos los ámbitos. Además, la familia corta es una bendición para los estratos pobres, que pueden concentrar recursos en la crianza adecuada de un mínimo de hijos. El consiguiente envejecimiento promedio será una etapa pasajera, hasta que la población se equilibre. Entonces, si nos proclamamos defensores de la mujer, de la naturaleza y de los pobres, por lógica debemos favorecer la disminución de la población. Estar a favor de los sistemas piramidales, necesariamente, conlleva oponerse a todos los avances beneficiosos que trae una población en equilibrio.

País de vanguardia, Chile montó un sistema de pensiones basado en cuentas individuales. A su retiro usted vivirá de lo que ahorró en su vida laboral, no del aporte de menguantes futuras generaciones. El esquema chileno basado en las llamadas AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones) ha funcionado bien, aunque es, por supuesto, perfectible. Además ha sido una fuente de capitalización que explica en buena parte el gigantesco salto que ha dado ese país hacia el desarrollo, porque los aportes se emplean en inversiones productivas y no en préstamos al Gobierno para pagar burocracia. Ahora este esquema está siendo atacado por los habituales profetas de la pereza y la envidia, que han llegado a organizar manifestaciones de millones (dicen) de personas para pedir el desmonte de las AFP. Veo mucha irresponsabilidad de parte de los comunicadores sobre esta campaña, dan por buenos todos los argumentos de los enemigos del sistema, sin revisar el abrumador beneficio que ha constituido para su sociedad. (O)