Empecemos por separar psicología y psicoanálisis como dos actividades distintas. De los muchos contrastes que puedan discutirse de ambas, opto por resaltar que el psicoanálisis es una práctica que subvierte cualquier discurso, ajustándose únicamente al llamado del sujeto para que, acorde con una ética, vaya a arreglárselas con la sociedad y su vida singular. ¿Por qué es una práctica subversiva? Porque al velar por el desciframiento de lo inconsciente permite la singularidad de cada sujeto. Debe sonarles familiar entonces cuando se ve a alguien que padece algún defecto que rebota entre lo sinvergüenza, irresponsable o tonto, se le dice cínicamente: “¡este es un inconsciente!”.
El psicoanálisis no está muy lejos de nuestro lenguaje cotidiano, ni se trata además de un mero ejercicio intelectual, sino de algo muy afectivo que se acontece en la sesión con el psicoanalista, dando como resultado un “responsabilizarse emocionalmente” de actos y palabras. No dar cuenta del inconsciente es estar abandonado al error y luego al reproche y a la queja insensata. Es por ejemplo: navegar sin rumbo y en la tormenta echarle la culpa a la suerte o a Dios. Hay que pensar la posibilidad de que cada error que se comete está capitaneado por material inconsciente, llevando al sujeto a la repetición si no se percata de ello. Faltando poco para la elección presidencial aún coexistimos en una sociedad que anhela al candidato paternal, para luego sacrificarlo o adorarlo, según su gobierno; sin nunca indagarse: ¿por qué sigue cayendo y creyendo en lo mismo? O ¿por qué cualquier gestión individual no pasa de la queja y victimización?; no saber del inconsciente es dejarse engañar. Y por citar brevemente, la convivencia en sociedad también está llena de inconscientes. (O)
Carlos Silva Koppel,
Psicólogo-psicoanalista, Guayaquil