Con el primer nombre propuesto comenzó a resquebrajarse la unidad de la Unidad. No es un simple juego de palabras. Es la expresión de la imposibilidad de llegar a entendimientos que siempre ha caracterizado a la política nacional. Lo que se perfilaba como un esfuerzo orientado a agrupar fuerzas de distintos signos en torno a objetivos comunes, está a punto de terminar en fracaso por las mismas razones que han frustrado intentos similares en nuestra historia. El sorpresivo anuncio demuestra la preeminencia de los intereses particulares o grupales sobre los objetivos del conjunto, expresa también la escasa comprensión de la situación del país y deja ver que sin caudillos no hay acuerdos.

Era inevitable que la nominación de Cynthia Viteri, sin haberla tratado previamente con los coaligados, produjera un terremoto en la precaria alianza. Sería ingenuo suponer que políticos experimentados, como son los dirigentes socialcristianos, no hubieran previsto los efectos que tendría este anuncio. Independientemente de que fuera cierto que se venció el plazo establecido para definir las candidaturas, como lo afirmó la candidata, a la difusión pública debió anteceder por lo menos una comunicación a los otros socios. Sin ese paso previo, el anuncio de la candidatura como tal, no como precandidatura, estaba destinado a provocar efectos devastadores. La primera consecuencia es la imprudente disposición de Paúl Carrasco a oír los cantos de sirenas que le llegan desde agrupaciones hasta ahora desconocidas. Aunque la reacción de la mayor parte de integrantes de la alianza ha sido cauta, no es suficiente para ocultar la magnitud y la profundidad de las brechas.

Si sabían cuáles podían ser los efectos, cabe preguntarse por qué lo hicieron. Hay por lo menos cuatro respuestas. La primera es que consideraron que de esta manera podían imponer una decisión al resto. La segunda es que sería una precandidatura para negociar frente a otras que puedan aparecer (incluso relegando a Cynthia Viteri a la Vicepresidencia). La tercera es que esta sea una manera de promocionarla, pero con el objetivo de lanzarla para la Alcaldía de Guayaquil. La cuarta es que simple y llanamente consideren que la alianza es innecesaria porque tienen la seguridad de la derrota del correísmo.

Pero todas esas posibilidades se encuentran con problemas que dificultan la comprensión de la decisión socialcristiana. La primera era a todas luces inviable porque nadie iba a aceptar la estrategia de los hechos consumados. La segunda habría exigido el diálogo interno mencionado antes. La tercera era un absurdo porque equivaldría a pagar un costo demasiado alto, como es la ruptura de la alianza, por algo que podía alcanzarse fácilmente dentro de ella. La cuarta hablaría de una enorme ingenuidad, que aparentemente no corresponde a personas fogueadas como los socialcristianos.

A pesar de la contradicción inherente, la última es la más factible porque es el síntoma de la enfermedad del triunfalismo que afecta a todos los grupos de oposición. Una lección adicional, al comparar la corta vida la Unidad con Alianza PAIS, es que en nuestro medio las alianzas requieren de caudillos fuertes. (O)