El lapsus de la presidenta de la Asamblea pasará a engrosar su abultada contabilidad de expresiones pintorescas dichas en clave de tercero de primaria. Pero la del líder deja espacio para la especulación. Sostuvo que este era su último mensaje al país, con lo que dio a entender que no lo hará el próximo 24 de mayo, cuando concluirá su tercer periodo y (si no es reelegido) su larga permanencia en el cargo presidencial. Como corresponde al magno acontecimiento y como manda la Constitución, en esa ocasión debería hacer de sacerdote y prioste de un espectáculo similar al del martes pasado. Por tanto, resulta bastante apresurada su despedida, a menos que, como insinúan los rumores, físicamente no pueda hacerlo porque para ese momento se encontraría fuera del país.

La versión difundida es que viajaría a Bélgica antes del 14 de mayo de 2017, día en que debe instalarse la nueva Asamblea. Las razones para adelantar el viaje se encontrarían en una combinación entre el artículo 144 de la Constitución y los potenciales resultados negativos de Alianza PAIS en la elección legislativa. La disposición constitucional establece que hasta un año después de haber cesado en sus funciones, el presidente deberá comunicar a la Asamblea el motivo y el periodo de su ausencia del país. En las filas altivas y soberanas imaginan el uso que una mayoría legislativa adversa daría a este artículo. Piensan que incluso podría formarse una alianza pasajera con el objetivo puntual de impedir la salida del que para ese momento ya sería exmandatario.

Como en muchas otras cosas, la Constitución es imprecisa en este asunto, porque no especifica si él requiere de autorización de la Asamblea para ausentarse y tampoco determina una sanción en caso de hacerlo sin el conocimiento del órgano legislativo o con la oposición de este. Pero, como aconseja la sabiduría popular, siempre es conveniente curarse en salud. Para ello, nada mejor que asegurar la aprobación –obediente, rauda y expedita– de la actual mayoría.

Suponiendo que en realidad en los alrededores de la Plaza Grande se están haciendo estos cálculos, quienes ven las cosas desde otras plazas también sopesan si les conviene retener al líder en el país o más bien facilitar su salida. No es un asunto de menor importancia la presencia o ausencia del personaje que ha ocupado el centro indiscutido e inapelable de la política nacional, el que ha definido la agenda y los temas de debate, en fin, el caudillo que ha reinado solo en la escena. Quienes buscan que se quede acá sostienen que así deberá enfrentar a la justicia por una catarata de juicios que le caerán en cuanto pierda su condición de presidente. Confían en que los jueces, gracias a su agudo olfato, estarán dispuestos a ver lo que ahora no existe para ellos. Quienes prefieren que se vaya rememoran a Mahuad y Bucaram, borrados de la política mediante juicios interminables que se desarrollan en ausencia.

Dicen los entendidos que los lapsus esconden deseos frustrados. A veces también temores. Siempre realidades. (O)