Las buenas maneras de la diplomacia quedaron a un lado. Comenzando por el tuteo, la carta del secretario de la OEA al presidente de Venezuela rompió los esquemas de las relaciones internacionales. En realidad, estos se rompieron antes, porque la dureza de las expresiones tiene su historia. Todo comenzó con la reacción de Nicolás Maduro a una declaración del secretario Luis Almagro en la que sugería la posibilidad de invocar la Carta Democrática Interamericana para tratar el caso venezolano. Concretamente, el funcionario de la OEA hizo referencia al artículo 20 de ese instrumento, que permite evaluar si existen alteraciones del orden constitucional que puedan afectar a la democracia de un país miembro del organismo. La respuesta del presidente venezolano, siguiendo el guion establecido por su antecesor, apuntó a la descalificación del secretario, a quien calificó como traidor al servicio de la CIA. Eso produjo la dura respuesta de Almagro.

Detrás de esta inusual controversia hay por lo menos tres hechos de importancia que no deben ser ocultados por el tono elevado de las palabras. El primero es la utilización del recurso a la revocatoria del mandato del presidente Maduro. Esta es una decisión que enmarca a la oposición venezolana dentro de los procedimientos democráticos, por tanto alejada de las tentaciones golpistas que denuncia el régimen. Además, establece una clara diferencia con los dirigentes que en el año 2002 optaron por el golpe. El triunfo en las elecciones legislativas y el inicio del proceso revocatorio son hitos que muestran la madurez de este sector y que harían posible una salida democrática.

El segundo es la posición asumida por el presidente Maduro ante esos avances de la oposición. Su reacción frente al triunfo electoral fue el intento de contraponer, infructuosamente, una supuesta asamblea popular a la emanada de las elecciones. Más adelante, el Consejo Electoral, controlado por el régimen, dio largas a la calificación de firmas de respaldo al referendo revocatorio, sin que hasta el momento haya comenzado el proceso (a pesar de que se presentaron nueve veces más que las firmas necesarias). Finalmente, logró investirse de poderes casi absolutos gracias a la declaración del Estado de excepción y amenaza en estos días con declarar el Estado de conmoción. En conjunto, son acciones que obstaculizan la salida democrática. Con ello alimenta las sospechas de quienes consideran que busca exacerbar los ánimos de la oposición para llegar a un enfrentamiento abierto que, mediante mano militar, favorecería al gobernante.

Finalmente, en el intercambio de palabras se encuentra en juego la vigencia de la Carta Democrática Interamericana. Este es el instrumento más avanzado que tiene el continente para la defensa de los regímenes democráticos y ofrece el mejor marco para tratar una situación prácticamente terminal como es la venezolana. Si un número significativo de países acogiera la iniciativa del secretario Almagro podría dibujarse una solución para la que, sin duda, es la situación más delicada de América Latina. Obviamente, siempre que el expresidente Mujica esté equivocado en la comparación de Maduro con la locura de una cabra. (O)