La tragedia que sacudió al país especialmente en Manabí y Esmeraldas el 16 de abril, tuvo también su lado positivo. Descubrió nuevamente la calidad humana del ecuatoriano cuya ayuda espontánea solidaria, masiva, se manifestó a los pocos minutos de producido el terremoto y sin esperar sugerencias y menos órdenes de ningún tipo.

Infortunadamente esta solidaridad que sigue manifestándose no tuvo reciprocidad indispensable en el aparato gubernamental, en dar muestras fehacientes de suprimir todos los ministerios coordinadores de los coordinadores, “secretaría” de yoga y meditación, instituciones creadas para ver quién piensa diferente; en la voluntad de vender los canales, las radios y periódico incautados, la radio de la Asamblea; la sede de la Unasur y tantas otras cosas que no son indispensables para el país. Todo lo contrario, lo que recibimos es un decreto con nuevo paquetazo impositivo que fue emitido con la justificación del “terremoto”. Retrocedamos al 20 de enero de 2007, fecha en la que se emitió el enlace desde el Salón Amarillo de la Presidencia, donde entre otras cosas se expresó: soy un simple mandatario que recibe el mandato; el mandante es el pueblo ecuatoriano. Y yo opino, basado en esto, que los ecuatorianos demandemos que las ayudas materiales, económicas nacionales y extranjeras, sean manejadas en forma independiente con destino único de mejorar las condiciones de los damnificados e iniciar reconstrucción de lo destruido.(O)

Rafael Alberto Rosales, ingeniero eléctrico, Quito