Se ha iniciado el año escolar en la Costa. Algunos lo harán el próximo lunes, son los que viven en las zonas afectadas por el reciente terremoto en el que se perdieron o se dañaron 280 escuelas.

Probablemente, el local en el que se iniciará el curso escolar no será el mejor, pero este es el primer reto que encontrarán los maestros. Se trata de educar y quizás el solo hecho de cumplir con la tarea educativa en un medio no deseable sea la primera lección. Maestros y estudiantes aprenderán que espacios físicos adversos no son suficientes para evitar que se produzca el hecho educativo, que a pesar de ello se puede compartir y asimilar conocimiento y, más que eso, transformarlo y producir cambios. Quizás los niños puedan sugerir formas de resolver algunas faltas o incomodidades.

Pero lo más importante es que los maestros vayan preparados para recibir a niños que tendrán el trauma de la experiencia de un terremoto y de perder su casa, sus juguetes y algunos, a un miembro de la familia, un vecino, un pariente, un amigo, y experimentar la casi desaparición de su lugar de origen y de residencia. Quizás tengan preguntas y temores, difíciles de resolver, pero en ningún caso hay que negarles la oportunidad de expresarlos y si quieren conversar sobre lo ocurrido, es mejor que lo hagan antes que ordenarles que hagan silencio.

Ante hechos como un terremoto, que tiene una explicación científica pero que siempre deja interrogantes, los pueblos buscan respuestas y no es extraño que algunos lo asuman como castigo. Si este es el caso entre los niños, los maestros deben esforzarse en dar explicaciones científicas en lenguaje entendible para los pequeños, que les deje claro que ni ellos, ni sus padres, ni el pueblo, ni la gente en general son culpables. Esto es muy importante porque hay que librarlos del sentido de culpa.

También es posible que hablen de las dificultades para vivir en un refugio o para conseguir alimentos, es una ocasión propicia para trabajar el tema de la solidaridad, de la responsabilidad común, del compartir. De la necesidad de organizarse para que todos tengan acceso a la ayuda que se ofrece.

Es más importante que nunca entusiasmarlos en el trabajo escolar, que lleven tarea que quieran hacer con dedicación y alegría y que los mantenga ocupados en un ambiente negativo.

Los maestros también tienen la necesidad profesional de relacionarse con los padres. Sin duda, en ocasiones como esta, será más difícil, pero es una oportunidad para que la escuela se convierta en centro generador de ideas y de compromiso de llevar a la práctica lo que facilite la vida colectiva. Los niños y los adultos necesitan decir su palabra, ser escuchados, recibir explicaciones y razones de las decisiones que les atañen. La escuela es un buen lugar para esto y podría ser un lugar de encuentro de la comunidad con los funcionarios que trabajan para la reconstrucción. (O)