El domingo 22 de noviembre, estuvimos atentos a las elecciones de la segunda vuelta presidencial en Argentina. Mi esposo y yo seguimos de cerca las campañas de Daniel Scioli (candidato del oficialismo) y Mauricio Macri (candidato de oposición). Nosotros nos identificamos siempre con Macri, pues creemos que su plan mejorará la situación en Argentina y Latinoamérica: no habrá impunidad en su gobierno, planteará a Mercosur suspender temporalmente a Venezuela en aplicación de la cláusula democrática, prometió que declarará emergencia nacional en lo que respecta a seguridad y creará una agencia de lucha contra el crimen organizado, restablecerá la confianza en el país (con un Banco Central independiente) eliminando controles de divisas y haciendo desaparecer la inflación. Pero principalmente prometió que en su gobierno habrá diálogo y que será un gobierno de gente capaz y honesta.

Transcurría el día en el departamento de esta ecuatoriana y un venezolano donde solo se oía un canal argentino informando lo que pasaba. 78% del padrón electoral había acudido a las urnas para decidir el futuro de su país, y sin saberlo, posiblemente el de otros también. Actualmente en la mayoría de América del Sur lidera el socialismo del siglo XXI y por mucho tiempo Cristina Fernández había sido aliada fundamental para todos esos gobiernos. Con Macri sería diferente.

Cerró la votación y sondeos a “boca de urna” daban a Macri como triunfador. La gente empezaba a llegar a las sedes de los candidatos. Mientras esto sucedía, me di una vuelta por las cuentas de Twitter de los presidentes de Venezuela y Ecuador. Les juro que hasta pude escuchar el “cri cri” de los grillos. Ningún comentario. Fue ahí cuando creí que Macri sí estaba ganando. ¿Por qué? Porque ellos siempre se adelantan a felicitar a sus amiguitos populistas, aun cuando ni los centros electorales se han pronunciado con los resultados.

Llegó el momento y empezaron los datos oficiales. Macri iba ganando. Entretanto llegaba más información, analistas políticos comentaban sobre el futuro de Cristina. Uno opinó que se dedicaría a ser abuela, otro dijo que era tan adicta al poder que seguramente “haría cadenas oficiales con su familia”. Yo solo recordaba lo que alguna vez Macri señaló: que si era electo, apoyaría las investigaciones por corrupción contra Cristina y otros funcionarios.

Ya con el 50% de votos escrutados, Scioli apareció, dijo que ya había llamado a Macri para felicitarlo, y añadió: “La voluntad popular ha escogido al nuevo presidente”. Luego de esto todos esperaban a Macri. Por fin salió a la tarima: “Lo hicimos, lo hicimos juntos…, el 10 de diciembre comienza esta etapa maravillosa para Argentina”. Macri saludaba a los que estaban junto a él, de repente, vimos que abrazaba a una rubia que nos pareció conocida. Mi esposo y yo gritamos: “¡Lilian Tintori!”. Mi esposo, aún en shock, me dijo: “¿Sabes lo que esto significa para Venezuela?”, le contesté: “¿Sabes lo que esto significa para Venezuela, Ecuador y los demás países de la región?”.

Terminaba ya “nuestra” jornada electoral y nos sentíamos esperanzados por los resultados en Argentina. Me quedé con la imagen de Macri celebrando su triunfo. Solo espero, como él mismo lo pidió, que “Dios lo ilumine” para que sepa llevar a Argentina a ser nuevamente un país de libertad y democracia. Y que esa democracia se extienda por el resto de Latinoamérica, especialmente este 6 de diciembre en Venezuela y en el 2017 en Ecuador. (O)