Una persona me recordó que las encíclicas, aunque revisten gran autoridad, sus pronunciamientos no siempre son infalibles. Y que el texto de la Laudato Si no involucra infalibilidad.

El Concilio Vaticano I definió el dogma de la infalibilidad papal: “…el romano pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando, ejerciendo su cargo de pastor …de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres y enseña que debe ser sostenida por toda la Iglesia...”. En los últimos 145 años no se habría usado más de dos veces ese extraordinario poder papal.

Lo anterior, para comentar la lamentable y masiva difusión de extractos de la reciente encíclica del papa Francisco, con aparente objetivo de obtener respaldo del pontífice a las acciones del Gobierno.

Sin duda, las encíclicas dan lugar a interpretaciones convenientes a cada ideología personal. Sin embargo, la encíclica referida no cabe interpretársela desvinculada de la doctrina social de la Iglesia, formada a partir de la encíclica Rerum Novarum, de León XIII, y de la encíclica Quadragesimo Anno, de Pío XI. A ellas se sumaron Pacem In Terris de san Juan XXIII, dedicada a los derechos del hombre, y la Populorum Progressio, del beato Paulo VI, sobre cooperación entre pueblos en vías de desarrollo, que luchan para erradicar hambre, miseria, enfermedades endémicas, ignorancia y participar de los adelantos de la civilización.

La actual coyuntura política me conduce a comentar solo los primeros documentos, pues contienen críticas al capitalismo y al sistema económico socialista. Pugna que se ha renovado en el medio.

La Rerum Novarum censuró el poder de pocos hombres excesivamente ricos sobre las “masas de trabajadores no propietarios”, pero también condenó al socialismo por perjudicarlos. León XIII estimó que “para curar este mal, los socialistas, azuzando la envidia de los pobres respecto de los ricos, sostienen que es necesario terminar con la propiedad privada de los bienes y en su lugar hacer comunes a todos los bienes de los individuos…”.

León XIII condenó que la sociedad se aproveche de los bienes arrebatados a los individuos. Cuestionó el programa socialista por poco adecuado para concluir el conflicto, pues en realidad perjudica a los propios trabajadores. Además, es altamente injusto, “…pues viola los derechos de los legítimos propietarios, pervierte las funciones del Estado y precipita a los gobiernos en una profunda confusión…”. Recomendó soluciones en las que la propiedad privada se preserve inviolada. El profesor de Filosofía James Sadowsky destacó, en un estudio, la recurrencia en toda la encíclica de la mención al derecho a poseer y transmitir la propiedad vía herencia, sin obstáculo del Estado.

En la Quadragesimo Anno se cuestiona la riqueza acumulada y concentrada en pocas manos, cuando genera dominación económica despótica, pero aclara que con frecuencia no depende de los propietarios, sino de “los depositarios y directores de los fondos invertidos, quienes los administran a su parecer…”. Algo que no sucedería en Ecuador.

La preocupación de Francisco por el deterioro de la tierra y las acciones para detenerlo no constituyen una invitación de retorno a los sistemas socialistas de los modelos similares a los impuestos por Stalin y Mussolini. Continúan repudiados por la doctrina social de la Iglesia, igualmente el capitalismo deshumanizado. (O)