Lo ideal habría sido titular a este artículo ‘Aconcagua en el istmo’, figurando así la Cumbre de las Américas que se va a llevar a cabo en Panamá, pero, ¡ay!, el nivel de los concurrentes no da para comparar ese picnic con la más alta montaña del continente. Por eso hemos recurrido a la colina que se levanta unas pocas decenas de metros en el centro de Quito para asimilarla con tan poco prometedor encuentro. Si alguno de mis lectores me preguntase, ya que estoy tan crítico, cuál de las reuniones de los jefes de Estado de hemisferio se habría podido equiparar con el majestuoso monte argentino, me pondría en apuros, pues hay que admitir que rara vez, si es que alguna, estos simposios juntaron una pléyade de grandes estadistas. Hubo importantes conductores de pueblos en las Américas, la mayoría de los países pueden exhibir orgullosos algún nombre de un constructor de estados (no de carreteras, que eso no le hace a nadie estadista), pero es dudoso que, en un momento dado, personas de esa talla hayan constituido la mayoría de los asistentes a una junta como la que se inaugurará este viernes. De todas maneras, también habrá sido rara la ocasión, como esta, en la que, en cambio, no haya un solo gobernante de dimensión histórica en el foro, caracterizándose la que viene por su mediocridad rampante. Los veremos repetir consignas, contar que hablaron con pajaritos y protagonizar una que otra bravata sin ninguna trascendencia.
Analistas y personas de no creer se declaran felices porque a Panamá irá el dictador cubano Raúl Castro, siendo la primera vez que un autócrata de su país asiste a un evento de esta naturaleza. Pero eso me parece la peor mácula que una conferencia de jefes de Estado puede tener. ¡Admitir en su seno al representante máximo de una sangrienta tiranía que ha reprimido y sigue reprimiendo con brutalidad a su pueblo! ¿Qué gana la cumbre con la presencia de un régimen que ha sido un permanente violador de los derechos humanos? Y lo peor es que, a cambio de sentarse entre gobernantes que no por chatos dejan de ser legítimos, a este usurpador no se le ha exigido la menor rectificación y ni siquiera un mea culpa de los crímenes pasados.
La verdad es que siempre estas cumbres masivas, a las que asisten decenas de mandatarios, no pasan de ser amontonamientos simbólicos, entendiéndose aquí este término como algo sin manifestación real. Suelen ser amistosas tertulias que concluyen en rimbombantes declaraciones de generalidades. No serían nada grave estos cotilleos de socialités políticas dedicadas a redactar vacuidades, si no fueran tan costosos. Habría bastado que se reúnan el presidente de Estados Unidos, que es la nación que parte el queso en el hemisferio, y Xi Jinping, quien con sus traíllas de créditos maneja el destino de buena parte de los países latinoamericanos. Por eso no esperen nada malo de la cumbre de Panamá, simplemente no esperen nada. (O)






