Vale la pena repetir que la clasificación de las tendencias políticas en derecha e izquierda supone una visión unidimensional y horizontal de las doctrinas. Es una visión de lombriz del hecho político, que solo conduce a errores. La llamada clasificación del cuadrante, que incorpora dos posiciones, una frente a la libertad política, y otra frente a la libertad económica, enriquece los conceptos al elevar al cuadrado las determinaciones. Sin embargo, la orientación política no se termina allí, podemos por lo menos pensar en un volumen, con posicionamiento en tres dimensiones. La tercera que añadimos podríamos llamar libertad moral y se refiere a temas como la religión, el sexo, las drogas, etcétera. Quienes proponen un alto control social en estas materias, aunque pudieran estar a favor de la libertad económica y hasta de la política, son los denominados conservadores.

Me pregunto si acaso este ejercicio complicado es inútil, puesto que, más allá de las clasificaciones teóricas, el amor a la libertad es uno solo. Por eso no es raro que los conservadores, a cambio de preservar los –para ellos sacrosantos– valores de la moral, la familia y la religión, pacten con fascistas y comunistas, enemigos de las libertades políticas y económicas... Recordemos la adhesión del Zentrum alemán al nazismo en 1933 y veamos lo que acaba de pasar en Grecia con el pacto entre los populistas comunistas de Siryza con los conservadores nacionalistas de Anel. Ochenta años, dos guerras mundiales (una caliente y otra fría), derrumbe del fascismo y del comunismo, han transcurrido en vano. Hemos asistido aterrados a las últimas elecciones helenas en que remedos de esvásticas enfrentaban a banderas rojas, en una confrontación en la que el discurso apenas es diferente del de los años treinta del siglo pasado.

Los llamados rescates, el shock económico, la austeridad, son los monstruos que levantan los fascio-comunistas como las lacras a vencer. Los pueblos los siguen, porque en principio tienen razón. No debería haber nunca despidos masivos, bajas de salarios, ni aumento de impuestos. Estas medidas son como los internamientos forzados para curar la adicción, que llevan al círculo vicioso internamiento-recaída-internamiento-recaída. Obviamente lo ideal sería evitar la adicción oportunamente. ¿Cómo traducimos este símil en realidad política? El llamado estado de bienestar, creado por socialdemócratas y conservadores, acostumbra a los pueblos a vivir con prebendas sin contrapartida en la producción. Mientras los gobiernos de esas tendencias sigan enviciando a sus poblaciones con dádivas, el resultado será siempre el círculo vicioso dispendio-ajuste-dispendio-ajuste. El populismo comunista de Siryza y del español Podemos pretende romper el ciclo fatídico invitando al adicto a escapar del internamiento terapéutico (austeridad) saltando de un muro de catorce metros y medio. Ya saben cuál será el resultado.

No termino de entender por qué un continente que ha tenido pensadores como Mariana, Locke, Bastiat, Mises, von Hayeck, Berlin... que marcaron claros senderos de libertad, no sea capaz de encontrar un salida racional y justa a sus problemas.(O)